FRAN MEDINA CRUZ


 

         En la jerga política, el término tonto útil era usado para describir a los simpatizantes de la Unión Soviética en los países  occidentales, y la supuesta actitud del régimen de ésta hacia ellos. En realidad era tratada con desdén por parte de aquélla y de éstos, a la vez que esa persona era cínicamente utilizada. La frase «tonto útil» se ha atribuido a menudo a Vladimir Lenin, aunque no se ha documentado que la haya usado alguna vez, aunque el primer uso documentado del término apareció impreso en un artículo de The New York Times de junio de 1948 sobre la política italiana contemporánea.

        

         Un tonto útil, más comúnmente entendido es aquel que creyéndose núcleo y foco del pensamiento o de la causa es, simplemente un ignorante de las motivaciones ocultas de quienes se aprovechan de él, un siervo de las causas que escapan a su entendimiento. 

         En la ultima década hemos podido comprobar como gérmenes de la izquierda y de la derecha han aparecido en el panorama político nacional. El primero tras un 15M con aroma de revolución pero que lo único que trajo fue un partido lleno de nuevas caras pero de viejas costumbres, prefabricado por esa parte del poder que necesita fragmentar una ideología en pequeños feudos para así controlar mejor el movimiento social. Por otro lado una derecha que acomplejada por su propia historia tendía a la desaparición, y claro la balanza debe siempre estar equilibrada, así el control es más sencillo y más sutil. En definitiva tontos útiles para que nada cambie. Y todo fluya en la misma dirección. Pero aquí no queda la cosa, porque tontos útiles los podemos encontrar tras causas tan dispares como los nacionalismos, o partidos de siempre con muy baja estima social. Todos sabemos identificarlos, si pensamos un poco, o esperando el resultado final de su vida publica, que no es otra que el descalabro político tremendamente serio y doloso.

         En la política española siempre hubieron tontos útiles, mártires que con su ignorancia fueron germen de situaciones anteriormente diseñadas, y es que el verdadero poder es invisible, carente de rostro publico, pero que su aliento es tan profundo que se puede percibir con solo detenerse y mirar. Muchos de los participantes públicos del estado, los de siempre y sus familias políticas con sus dos bloques bien definidos, la monarquía y sus redes clientelares, la banca y su influencia en los medios de poder político, el sistema judicial y su mimetismo con el gobierno de turno, han desarrollado una técnica tan perfeccionada sobre el termino de tonto útil que, a estas alturas el tonto útil se ha elevado a tonto social, una masa inerte e ignorante por la simpleza de no querer ver mas allá de lo que aparece tras la pantalla de tu televisor.

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