«RIENDO»

Rafael Angulo

Periodista

Llevo más de un mes sin pisar el Nevado y muchísimo tiempo más sin ir por el Chinche, mis dos templos de referencia emeritense. Cien días sin comer con Arzbaiza y Gordillo. Y se pierde en el aire atemporal, en el aire, en el aire, otra cosa, de la que no me acuerdo ni de las posturas. O sea que ya no bebo lo que decían que bebía (esto es del otro Machado) ni hago bien el gazpacho y el tercer verbo. Quitadas las grapas (¡Gracias, Lucía!) constato que, efectivamente, lo que no mata te fortalece (peor, engorda) y toco madera no vaya a ser que a perro cojo todo se le vuelvan pulgas. Todo menos estar como chancho en la laguna (con el agua hasta el cuello y sin esperanza alguna), cita mexicana obligada. He debido de cambiar, ahora me dejo llevar por las emociones, por eso cuando vaya a un pueblo (portugués preferiblemente) estaré obligado a conocer la Iglesia, el Mercado y el Cementerio (más emociones, difícil).

Esto, hoy, va de citas, risueñas. Pero reír es algo más que un gesto que mueve músculos, es complejo y profundo, termómetro de salud, expresión de inteligencia; la risa, cura. Es más, alarga la vida. Y además de expansiva, si es permanente, un misterio insondable del alma humana. Hay, amigo lector, que urgir a la risa porque se está convirtiendo en una mueca en peligro de extinción. Decía santo Tomás Moro, “Dichoso el que sabe reírse de sí mismo, porque nunca dejará de divertirse”. Puestos a reírse, Dios es humor, decía Gloria Fuertes, y sobretodo Dios (y nunca mejor dicho) es Amor. Y yo iba a escribir del Papa Francisco, pero me aconsejan que me cuide de pisar ese charco si antes no he bebido líquido de frenos. Todo esto sonriendo. A Dios rogando y sonrisas dando. Por eso, lo voy a observar desde la lejanía, aunque, esto es de Atahualpa Yupanqui, “A que le llaman distancia/ eso me habrán de explicar/ sólo están lejos las cosas/ que no sabemos mirar”