Álvaro Vázquez Pinheiro

Portavoz IU Ayuntamiento de Mérida


Cualquiera que tenga la más mínima noción sobre el funcionamiento de los servicios sociales del Ayuntamiento de Mérida sabe al menos dos cosas: la primera, las relaciones entre el personal que trabaja en esa delegación son más o menos las propias de una pequeña guerra de todos contra todos, sin cuartel, sin final; la segunda, las cualificaciones que obtienen las personas que acceden a los puestos de trabajor/a social son siempre estratosféricas.

Las dos cuestiones son irrefutables, lo que aún nos queda por aclarar es si la primera guarda algún tipo de relación con la segunda.

A poco que le dediquemos un tiempo de reflexión, no deja de sorprendernos que en buena parte de las ocasiones, las personas que superan los procesos selectivos para los puestos de trabajador/a social obtengan un 10, como calificación tras la celebración de la correspondiente prueba.

Aquellos que hayan participado en procesos públicos de selección saben de lo que les estamos hablando. Lo habitual en un proceso selectivo, incluso en aquellos en los que participan miles de personas, es que nadie obtenga un “10” como resultado final tras realizar una prueba de test; es fácil verse obligado a dejar una pregunta en blanco, dudar y equivocarse, o simplemente preferir la prudencia al atrevimiento y dejar alguna pregunta sin contestar, o en el caso contrario, señalar la respuesta incorrecta y dejar en el olvido la posibilidad de acertar absolutamente todas las respuestas.

Ante esta situación cabe preguntarse cual sería el motivo por el que los procesos selectivos en esta delegación se resuelven de esta forma tan singular, y si me lo permiten me gustaría sugerir algunas de las posibles causas que podrían concurrir para ayudarnos a responder a este interrogante.

En primer lugar, cabría plantearse que la acumulación sostenida de “dieces” en estas pruebas tiene su explicación en la elevada preparación y cualificación de los y las aspirantes. Podría ser que así fuera, ¿por qué no? No podemos permitirnos el lujo de ser injustos, pero aún así, no deja de llamar nuestra atención que tanto talento se haga presente en todos y cada uno de los procesos a los que les hacemos mención.

En segundo lugar, podría ser que la explicación pudiéramos encontrarla en el hecho de que el nivel de las pruebas celebradas por el Ayuntamiento de Mérida convirtiera las pruebas en un trance más accesibles que las que organizan otras administraciones, y que por ello fuere mucho más sencillo que los aspirantes obtengan la máxima nota posible, pero para que esto fuera así el nivel general de las calificaciones obtenidas por el resto de aspirantes debería ser igualmente elevado. El problema es que eso no suele suceder; es decir, podemos observar como en cualquiera de estos listados hay una o dos personas con un “10” en su examen, sin que por ello exista una pléyade de notas con un 9,8 o un 8,9. No, lo que habitualmente nos encontramos es un 10, quizás un 7, y el resto de las notas no pasan del 5,5 o el 6. Por lo tanto, la clave no es el bajo nivel de dificultad de la prueba, porque de ser así todo el mundo obtendría notas muy elevadas.

Hay por lo tanto que buscar otra solución que nos sirva de explicación para lo que está ocurriendo.

Tercera hipótesis, llamémosla, la hipótesis de la información privilegiada. Incluso antes de realizar la prueba ya sabías que tú -y solo tú- serías la persona elegida, y tus conocimientos, tu experiencia y tu capacidad no tienen nada que ver con ello.

No sé cuales de las tres posibilidades les puede resultar la más verosímil por ser la que con mayor acierto explique las causas de lo que ocurre en estos procesos ¿de selección?, pero seguro que a estas alturas ya nadie se toma la molestia ni de molestarse.

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