Ramón Carbonell

Portavoz Mérida Participa -Podemos


El verano es esa época del año, que entre otras cosas, nos invita a observar lo pequeño,  los detalles aparentemente intranscendentes, que ignoramos en el día de día por las prisas, el exceso de trabajo, las facturas o la hipoteca. Y no es que todo esto desaparezca en verano, pero el ritmo apresurado del resto del año indudablemente baja, hay menos llamadas, menos burocracia, y cuando uno se remanga para ponerse a trabajar en el Ayuntamiento, entre las protestas que nos llegan de vecinos y vecinas, y las propuestas para el nuevo curso político, tenemos algo de tiempo para la contemplación y la reflexión. Así fue cómo surgió, entre algunos/as compañeros/as del Grupo Municipal Mérida Participa-Podemos, el tema de los nudos y la Democracia en nuestro Ayuntamiento. Sí, los nudos por insignificantes que parezcan, nos llevaron a disertar sobre el déficit democrático que padecemos en la ciudad y en las posibilidades de solventarlo si actuamos con voluntad inclusiva, articulando luchas, desde una administración que genere espacios de participación no sólo propositivos sino con capacidad de decisión. Que sea capaz de co-gobernar con la ciudadanía, y no sólo para la ciudadanía. Y así no se volverán a repetir las desastrosas  experiencias de los Presupuestos Participativos en el Ayuntamiento de Mérida, con escasa participación y menor incidencia en el bienestar de los vecinos y vecinas.

Vamos con los nudos. Éstos pueden servir para impedir el movimiento. Así las instituciones desde su pedestal de poder, pueden atar, subyugar y tratar de convertir en dócil a la sociedad civil organizada mediante las redes clientelares. Ejemplos tenemos en numerosas ocasiones cuando el uso incorrecto de las subvenciones públicas se ha utilizado para mermar el potenciar transformador de las organizaciones. Sin embargo, y ese es el uso que nos gusta, los nudos pueden ser enlaces, que liguen entre sí los muchos potenciales que tiene esta ciudad. Hablamos de cientos de organizaciones y movimientos sociales: feministas, de atención a la discapacidad, deportivas, de lucha contra la pobreza, vecinales, ecologistas, culturales, asociaciones de padres y madres, de cooperación al desarrollo, interculturales, de defensa de los trabajadores y trabajadoras, de consumidores, juveniles, etc. Y ahí el Ayuntamiento es donde debe tener un papel crucial, ejecutando una cabuyería fina, un arte de hacer nudos que no opriman pero que generen enlaces, ligazones, vínculos en la sociedad emeritense. Para ello se deben crear espacios de participación dentro de la estructura de la administración municipal donde las organizaciones de un sector determinado no sólo se encuentren, y puedan realizar propuestas, sino que, como agentes representativos, puedan tener capacidad de decisión en ciertas materias, especialmente en la gestión de los bienes comunes, y en el uso y función redistributiva de los recursos públicos, especialmente a través de los presupuestos participativos. A esta dinámica habría que sumar otras herramientas tales como las consultas telemáticas, como las del Ayuntamiento de Madrid, donde más de 100 millones de euros se convertirán en bancos de alimentos, carriles bici, ludotecas públicas en los barrios, campañas de apoyo al comercio de cercanía y muchos proyectos más, por decisión de las vecinas y vecinos.

No obstante tenemos algunos ejemplos positivos en el Ayuntamiento de Mérida, como el Consejo Municipal de las Mujeres, donde profesionales y sobre todo las asociaciones de mujeres de Mérida se reúnen para realizar propuestas que luego ha de asumir el Ayuntamiento. En el modelo que proponemos se pasa de los propositivo a lo ejecutivo, y este Consejo como tantos otros que se crearían a demanda de la sociedad emeritense deberían ir paulatinamente empoderándose, dotándose de más capacidad de decisión, hasta ocupar parcelas de la gestión de lo público que deberían ir acompañadas de nuevas formas de democracia directa. No sólo somos representativos quienes hemos salido elegidos y elegidas en un proceso electoral, sino también quienes de forma cotidiana trabajan de forma generosa para sus vecinos y vecinas desde las asociaciones y movimientos sociales.

Cerramos con otro ejemplo. Imaginemos que creamos un Consejo Municipal del Agua, aunque lamentablemente en nuestra ciudad el servicio esté privatizado. Si en ese consejo estuvieran representados con voz y voto las asociaciones vecinales, las ecologistas, los movimientos sociales que combaten la pobreza, o las organizaciones de consumidores, ¿no estaríamos más protegidos ante los abusos de las empresas? Si además ese Consejo participado por la ciudadanía pudiera decidir sobre una parte del presupuesto para que se dedicara a las vecinas y vecinos que tienen dificultades a la hora de afrontar las facturas del agua, pensamos que la cobertura social en este tema sería más completa. Por supuesto aspirando a la municipalización del servicio que consideramos un Derecho Humano inapelable. 

Con estas ideas veraniegas nos dedicaremos a atar cabos, pero no en el sentido habitual de sacar conclusiones, sino haciendo nudos entre las distintas luchas que representan el movimientos asociativo y las organizaciones sociales emeritenses, aprendiendo de ellas, y batallando para que un día en este Ayuntaniento la relación con los vecinos y vecinas sea de calado democrático, y que las distintas formas de organización social que existen en la ciudad se traduzcan en el ejercicio democrático del poder.

 

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