Félix Pinero

Periodista y escritor


            Hay canciones que se recuerdan para siempre: la del primer beso, la que nos unió para siempre, la de una fecha simbólica, la letra siempre recordada en la que nos veíamos retratados; la que siempre tatareábamos por añorada; la canción hecha historia en la que nos vimos reflejados; el pensamiento fusionado en letra y música que nos elevaba al mundo deseado; aquellas canciones que nos invitaban a la pista para bailarlas al compás, deletreando su letra, al oído la música, las caras juntas, los dedos entrelazados…, que no deseábamos que terminaran nunca.

            El 9 de noviembre nos trae a la memoria una canción de hace cuarenta y un años: «Un ramito de violetas». Fue el tercer álbum de Cecilia (El Pardo, Madrid, 1958; Colinas de Trasmonte, Zamora, 1976), tristemente fallecida en accidente, que truncó una carrera musical corta y fulminante. Treinta artistas –entre ellos Ana Belén, Víctor Manuel, Miguel Ríos, Amaral…— rindieron ayer un homenaje a una de las artistas más importantes de la música popular española en el Palacio Municipal de Congresos del Campo de las Naciones de Madrid. Músicos de cuatro generaciones se sumaron al festival que, bajo el título «Mi querida Cecilia», destinaba la recaudación para la asistencia a las personas con trastorno del espectro del autismo.

             Sus grandes éxitos -«Dama, dama», «Nada de nada», «Mi querida España» y «Un ramito de violetas», entre otros, han sido cantados por varias generaciones de españoles que vieron, más allá de sus letras, un mensaje que les llegaba al alma y que, en cierto modo, retrataba una España que a ella, viajera siguiendo a su padre, diplomático, por Europa y América, se le antojaba atrasada. En «Mi querida España», Cecilia canta lo que ven sus ojos cuando regresa: «Mi querida España/ Esta España mía/ Esta España nuestra./ De tu santa siesta/ Ahora te despiertan/ Versos de poetas….»/

            Pero hoy, 9 de noviembre, hizo realidad la canción que, según su hermana Teresa, fue antes un cuento. «Quien la escribía versos dime quien era/ Quien cada nueve de noviembre/ Como siempre sin tarjeta/ La mandaba un ramito de violetas…/ No sabe quien sufre en silencio/ Quien puede ser su amor secreto/ Y vive así de día en día/ Con la ilusión de ser querida…/ Quien la mandaba versos dime quien era/ Quien la mandaba flores por primavera/ Quien cada nueve de noviembre/ Como siempre sin tarjeta/ La mandaba un ramito de violetas…»

            Independientemente del laísmo reiterado en la letra, el existencialismo de sus canciones, la protesta feminista de una joven educada fuera de su país, Evangelina Sobredo (Cecilia) nos transmite en ellas situaciones que trascienden su propia época. De ahí que haya sido reivindicada y versionada por una larga lista de autores de todo el mundo.

            Su popularidad y sus éxitos se enfrentaron a la censura de una época que cerró su temprana muerte. «Dama, dama» fue suavizada por los censores en aquellos versos que rezaban: «Puntual cumplidora del tercer mandamiento, algún desliz en el sexto», dejando el final en «algún desliz inconexo»…  «Mi querida España» fue modificado por la censura, al dejar eliminada la referencia a las dos Españas de Machado. Cecilia hablaba de «Esta España viva/ Esta España muerta/ Esta España blanca/ Esta España negra…/, dejando la letra en una sola España: «Mi querida España/ Esta España mía/ Esta España nuestra…»/

            Mi querida Cecilia, tan recordada, quien en tus veintisiete años de vida elevaste  la luz de España, aunque no supieres quién te mandaba flores por primavera.. «Quien cada nueve de noviembre/ Como siempre sin tarjeta/ La mandaba un ramito de violetas./ Por siempre España, para siempre el 9 de noviembre… y el ramito de violetas…

           

 

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