Fran Medina Cruz


Se vuelve a abrir un debate en la sociedad sobre un asunto un tanto antiguo como problemático con respecto a los modos de vida, que llevan introduciendo sus normas desde hace siglos en la idiosincrasia de los habitantes de nuestra comunidad, “el cambio de sexo”. Mayores de edad o menores de edad sin la obligación de un consentimiento paternal pero con la necesidad de expresar su condición más real a su conducta y sus gustos.

En este articulo que, a priori parece muy sensible a opiniones diversas y éticas amañadas bajo prismas ideológicos, voy a dar un paso más y ofrecer una explicación breve de lo que pienso de todo esto.

Lo que somos, nuestra conciencia de ser, cabe en tan solo unos 1450 centímetros cúbicos y pesa unos 1400 gramos. Lo demás tan solo forma parte de nosotros como útiles varios; receptores y aplicaciones de movilidad, más o menos eficaces y bellos en su constitución física, que nos permiten el desarrollo normal de nuestra vida. Cinco sentidos, tacto, vista, oído, gusto y olfato que nos ayudan a reconocer y evaluar el entorno que nos rodea. Brazos, manos y piernas que nos ofrecen las mas dificultosas soluciones de movilidad, y que por por mor de la ciencia pueden ser reemplazados, modificados, reconstruidos, o simplemente eliminados, sin cambiar nuestra conciencia de ser humano. Y es que, lo que somos se reduce a nuestro cerebro y su maravillosa forma de funcionar, con esas partes que en muy poco logramos a conocer, con momentos oníricos y otros alucinoides que nos trasladan a otros sitios, otra forma de vivir, con sus propias reglas. Con esa gran cantidad de matices, con una enorme capacidad de memoria y de análisis que no llegaremos nunca a comprender, y que es irreemplazable. Es nuestra esencia de existir, de ser únicos, de tener una identidad personal propia he irrepetible. Si se apaga todo se termina.

No así el resto de nuestro cuerpo que todo, hasta nuestro corazón puede ser sustituido. Por lo tanto que más da el sexo que tenga, o el que se quiera tener, si lo que importa es el disfrute del mismo y nuestro bienestar en ello. Que más da cuantas veces quiera cambiarlo, si mi condición verdadera de ser humano y mi identidad particular nunca variará. Por muchos cambios que me haga, por muchos trasplantes, tatuajes, inserciones que me haga, seré siempre yo, más o menos bello, más o menos feliz. Porque todo lo que soy cabe en 1450 centímetros cúbicos

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