Amigos de Mérida


Mérida es una superposición de huellas marcadas con letras de oro por las distintas civilizaciones que se establecieron en ella. Este hecho, que le ha servido para ser merecedor de la distinción de Patrimonio de la Humanidad, se pone en valor cuando conseguimos añadirle el plus de darle vida a este yacimiento arqueológico de primer nivel.

Las piedras inertes consiguen mantener su pulso a través de los siglos gracias al mimetismo que nosotros le confiamos con nuestras relaciones sociales y culturales al desarrollar en ellas nuestra vida cotidiana. El baluarte en su máxima expresión de todo ello lo tenemos en nuestro Teatro Romano en sus noches de verano a través del Festival Internacional de Teatro Clásico. Cada edición consigue que la cultura inunde sus caveas y se mantenga con vida este hermoso conjunto arqueológico y arquitectónico cumpliendo el fin para el que fue creado hace ya más de 2000 años.

Esta 67ª edición ha supuesto un importante revulsivo para el bimilenario teatro que ha sentido el calor de un público que ha llenado 20 de las 42 representaciones.

Una de las características que nos gusta remarcar de nuestro Teatro es su característico y singular silencio. Se trata de un ensordecedor silencio cálido que lo atrapa todo y le cae como una losa a los que se encuentran en el escenario. El Teatro Romano no perdona, te desnuda y eres tú sólo enfrentándote a la verdad más pura del examen más duro que se puede hacer en las artes escénicas. No hay medias tintas, te lo da o te lo quita todo ese silencio, no se puede fingir porque te saca todo lo que llevas dentro. Y es entonces cuando los actores dicen que se llega a tocar la gloria.

En esta edición hemos tenido momentos muy buenos que ya están memorizados en la retina de los mejores recuerdos de nuestro festival y han conformado uno de los mejores eslabones de esta importante cadena donde los ojos del mundo de la cultura se fijan cada verano.

Hemos podido volver a comprobar que bien funciona el binomio de la Orquesta de Extremadura y la acústica que crea el frente escénico. Un comodín que nunca decepciona es el Brujo cuando sólo a través de la palabra consigue focalizar la atención del graderío en sus monólogos. Pudimos ver en “Antonio y Cleopatra” el impresionante Antonio que dio vida Lluis Homar y el Cesar de Javier Bermejo. De la mano de Paula Iwasaki nos hemos conmovido con Hipatia; al igual que el destacado papel de Alejo Sauras en su Edipo, acompañado del rey Argos de David Gutiérrez.

Mención especial debemos destacar la joya teatral de “Hipatia de Alejandría” que ha sido pensada y creada para este teatro y eso muy pocas veces se consigue. Control del escenario, de los tiempos, vestuario, dramaturgia, compacto del reparto, iluminación y dirección, han conformado lo que ha nuestro entender ha sido la mejor obra de esta edición conformada por muchos momentos estelares.

La dirección del Festival creemos que ha dado un rumbo acertado para que el público con su calor de vida al alma de nuestro TEATRO.

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