«Asociación Amigos de Mérida»


Reinaba sobre la clara noche el cazador de Orión. Acompañado de sus perros, amenaza con su arco a un monstruo invisible y quizás no muy lejano. Miles de estrellas llenaban el cielo, acompañando a la luna llena, como miles de frías gotas de rocío se adherían a las piernas desnudas de la niña que, sola en lo más profundo de la noche, caminaba abrazada a su capa para protegerse del creciente frío que le llegaba al alma. Guiada solo por el brillante resplandor de Sirio, la niña, que se había escapado de la cálida protección familiar del hogar, caminaba con determinación hacia la capital de Hispania.

En su cabeza pugnaban ideas de todo pelaje. El miedo a la reacción de padre cuando se enterase de que no estaba en su habitación. El deseo irrefrenable de cumplir con los mandatos de su dios, que le animaban a ser valiente, a defender sus ideas, valores y convicciones por encima de cualquier dificultad.

La rabia ante la injusticia manifiesta ordenada por el emperador Diocleciano, que no le permitía reunirse con sus hermanos en la fe. El temor a ser asaltada por cualquier villano en medio de la noche, o por cualquier animal. La esperanza soportada por la fe en dios a que la luz brillaría tras la oscura noche. La incertidumbre ante dificultades tan perentorias como cómo atravesaría las puertas de la ciudad.

Amanecía tras una noche de camino a oscuras. A una centena de pasos, el puente sobre el Anas ya soportaba un creciente paso de bestias y personas. Más allá se adivinaban los espectaculares caminos del agua que purificaba a la ciudad y saciaban su sed. El primer brillo del sol destelló sobre los cascos de los soldados que guardaban la entrada a la ciudad. Hacia allí se dirigían sus pasos. No sabía que aquel 10 de diciembre de 304 sería la última vez que atravesaría esas puertas.

Diecisiete siglos después la ciudad de Mérida se engalana para rememorar y festejar los acontecimientos que sucedieron a la atrevida decisión de aquella niña que se encaró a los designios injustos del poder que atenazaban lo más valioso de su persona: su fe, su libertad, sus amigos y familia.

Su apelativo, Eulalia/Olalla, se extendió por todo el imperio y pronto, más libres, los ciudadanos comenzaron a peregrinar hacia el lugar donde descansaban sus restos y la basílica erigida en su honor.

Durante el 2023, más de cien actividades anunciadas (eclesiásticas, científicas, divulgativas y culturales) tejerán un manto que cubrirá el Año Jubilar Eulaliense. Este año jubilar es el resultado de años de trabajo de las muchas asociaciones que tienen en su ADN propagar la imagen de Santa Eulalia y del apoyo del consistorio y el arzobispado de Mérida-Badajoz. No se duda de la participación entusiasta de todos los emeritenses y sus instituciones en este año jubilar que pretende poner de nuevo a Mérida en el centro de una extensa red de caminos, religiosos, espirituales, científicos y económicos.

Aunque habrá que esperar a enero para el arranque oficial del año jubilar, ya estamos paladeando los aperitivos de este evento que tiene como hito la próxima celebración de Santa Eulalia en diciembre.

Una vez más, el pasado ilumina un futuro prometedor para quienes actúan a lo grande. Tal y como lo hizo, en los albores del siglo IV, una niña que caminaba vulnerable, bajo un manto de estrellas.




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One Comment on “«COMIENZA UN AÑO MUY ESPECIAL»”

  1. Que pena de mercado que no se le dé vida para lo que se hizo en sus tiempos daría otro aire a Mérida,otra cosa que afea es la puerta la villa con su tremendo corral al lado del ptl3 y la sureña,y las aceras intransitables por sus calles y la poca atención para las personas con movilidad en silla de ruedas impracticables aceras y calles y un sin fin de elementos que afean a Emérita Augusta que tiene sus calles solo para animales de aquella época,Sr. Alcalde en Roma se lo habrán dicho que tiene una ciudad descuidada

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