Antonio Vélez Sánchez

Ex-alcalde de Mérida


 

     Las sociedades establecen sus referencias de respeto, a favor de quienes formaron parte de ellas de un modo notable, distinguido, referencial. Así conforman el catalogo de sus hombres y mujeres ilustres, las individualidades señaladas que ganan la posteridad. En el devenir de los humanos es blasón estimado el recuerdo perdurable, la fama, esas formas deseadas de trascender.   

    Recientemente, iniciado el verano, despedimos al Coronel Manuel Periañez. Fue de una manera multitudinaria: Santa Eulalia desbordada, entre su amplia familia, sus compañeros, los amigos, una visible muestra, totalmente transversal, de la sociedad emeritense. Las muestras sentidas y sinceras, de afecto a su personalidad, estaban allí, aquella hirviente  tarde.

   Con sosiego, no puedo ahora dejar de señalar la impronta humana excepcional del Coronel Periañez. Puedo desgranarlo con detalles, hasta la saciedad, desde el ámbito compartido de las relaciones institucionales. Combinaba con rigor su profesionalidad, su vocación firme de militar, con su arrolladora simpatía, un desbordante optimismo y  gran sentido del humor, algo que nunca debería sobrar en los humanos.

   En el mismo tenor de su comportamiento integrador, ese factor levadura que le caracterizaba, no puedo eludir mi experiencia personal, en mi condición de Alcalde de la Ciudad, aquellos años que compartimos nuestros papeles institucionales respectivos. Arrancaban los ochenta, vadeábamos los caminos de la Transición, apenas un año antes se había asaltado el Congreso. Eran tiempos complicados en los que los retos exigían  cordura y sensatez, acordes con la nueva realidad constitucional. Había que recomponer los puentes de la normalidad democrática, por encima de otras derivas anacrónicas desfasadas. El autoritarismo estaba en el baúl del pasado y los tiempos tenían otras claves.  

  Puedo decir sin ambages que Mérida, con la solera de su estamento militar, esa asignatura se superó con creces. Gran aportación tuvo en ese envite Manuel Periañez, junto a otros singulares Jefes del Acuartelamiento Hernán Cortés que perviven en nuestras mentes. Los afectos y la colaboración, entre el Ayuntamiento y el Estamento Militar, quedaron sellados de manera racional y  positiva. Ambas casas se abrieron con cordialidad mutua en un nivel que, no mucho antes, pudiera considerarse insospechado.  Desde entonces tuve muy claro que los valores de la milicia, su gran funcionalidad y aportación al cuerpo social, resultan fundamentales para la viabilidad de nuestros colectivos humanos organizados, a través de sus Estados. Nadie va a dudar que como grupo o estamento al servicio del común puede tener defectos, pero tampoco se puede dudar de sus virtudes: El compromiso social, la lealtad, el estoicismo, a veces hasta lo espartano. Y el sacrificio, esa actitud que en ocasiones surge en forma de heroicidad, en la entrega por los demás. Creo, sinceramente que esos valores son reivindicables, siempre. Como creo que el Coronel  Periañez fue un buen Soldado y un hombre social altamente estimable.

   En clave distendida quiero contar una anécdota que marca bien su sello humano, su  chispa: Terminábamos el compromiso litúrgico/institucional del día de nuestra Patrona, Santa Eulalia. Estaba llegando la comitiva a la Basílica. Después nos organizaríamos, fuera de protocolo, para acercarnos a la Bodega de Santiago Carrasco y cumplir con la tradición de “pinchar la pitarra”, esa costumbre ancestral que se pretendía recuperar  simbólicamente. Manuel Periañez, Teniente Coronel, Comandante Militar de la Plaza, me espetó que lo democrático sería que la Banda Municipal de Música que nos había  acompañado en el desfile, debería también celebrar el vino nuevo. Compartí su propuesta, con la condición que los músicos lo hicieran de forma voluntaria. Fueron todos, salvo el Director, por compromiso familiar ¡¡ Menuda era la vieja “Banda Zapatera”¡¡ Estoy convencido que el mismo lo había pactado con ellos, en una especie de conjura amable. Así es que, tras la batuta de Miguel Mateos y los acordes contagiosos del Pasodoble “Gallito”, hicimos la más triunfal entrada que recuerda aquella acreditada bodega. Artistas, Milicia y Concejo unidos por la filigrana conspirativo/social de Manuel  Periañez. Quede pues, como constancia para la Historia, porque la música de aquellos instrumentos sigue sonando por las lejanías del cosmos, en especial tributo a quien recordamos, junto a la sonrisa inagotable que el nos regaló siempre.

  Quiero recordarle así, desde esa personalidad arrolladora que nos hacia los compromisos oficiales, mucho mas agradables, fluidos, distendidos. Con la misma seriedad trascendente, cuando asumía su complicidad en la defensa de posturas honorables compartidas. Creo que tenía una fuerte pátina social que le hacia solvente en sus juicios y muy abierto a las posturas divergentes. Lo afirmo en la seguridad de que, siendo un militar vocacional convencido, era también un firme demócrata. No podía ser de otra manera.

   Te echaremos de menos, Manolo Periañez. Tu familia, tan digna, tan educada en valores, tan solvente socialmente. Tus compañeros en la trayectoria del honor y el deber sentidos. Y tus amigos, que guardamos las emociones compartidas, para el recuerdo perdurable. Con todos conformas el sentimiento colectivo, ese que anuda el conjunto de nuestras trayectorias vitales y que seguirán hilando, como memoria transferida, quienes nos sigan después.      

   Por nuestra vieja amistad me enorgullece saber que ya eres parte –  Ilustre y para siempre – de la Historia de nuestra Ciudad. Esa es tu mejor vitola, tu más noble uniforme, mi Coronel.

 

 

Mérida Julio/2017

 

 

Antonio Vélez Sánchez

Ex – Alcalde de Mérida

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