Asociación Amigos de Mérida


Caminaban por una estrecha acera, asidos de las manos, subiendo por una calle atestada de coches, en esa hora dichosa de la tarde en la que todos van y vienen, afanados en mil tareas antes de poder descansar un poco en casa para, al día siguiente, volver a empezar en un ciclo sin fin.

Ante el anciano y su nieto ahora se mostraban los restos de una obra recién comenzada y una plaza desnuda, que espera su momento para verse renovada. Más cerca, el aroma de los ramos de flores colmaba la media docena de columnas que custodian la imagen de una niña encerrada tras un cristal.

“Hijo, vamos a parar aquí un segundo”, dijo el abuelo, resollando mientras acariciaba el cabello de su acompañante. ”Santíguate conmigo”.

La noche llegaba regalando niebla, que poco a poco caía desde lo alto, difuminando los contornos de los edificios circundantes y destacando la mirada de perplejidad que el niño dirigía a su abuelo.

“Mira. Esa imagen de ahí es santa Eulalia. Fue una niña romana y cristiana que defendió su fe ante todo y ante todos. Como ocurre tristemente en todo lugar y tiempo, a los poderosos no les gusta que sus súbditos sean libres para vivir, hacer y pensar como quieran y la pobre Eulalia murió a manos del poder establecido”.

A pesar de la dulce sonrisa y la explicación del abuelo, la mirada de extrañeza del niño continuaba asentada en su rostro.

“La muerte de esta niña inocente espoleó la fe de los cristianos de entonces y Eulalia se convirtió en un símbolo, una luz que brillaba en medio de la noche. Pronto comenzaron a venerarla y a llegar fieles de toda Hispania para orar junto a su tumba, aquí donde está ahora la basílica. Por eso, desde tiempos inmemoriales los emeritenses nos santiguamos al pasar frente al hornito y celebramos las fiestas en su honor cada diez de diciembre”.

Ahora sí se relajó la mirada del nieto que, al parecer, daba por satisfactoria la explicación, mientras movía torpemente su mano hacia arriba y abajo, a izquierda y derecha.

El niño incrustó su cara entre reja y reja por unos segundos, después, los dos cruzaron el paso de peatones camino de la Puerta de la Villa. Mientras, el abuelo continuaba con sus explicaciones a un nieto que, medio curioso, medio resignado, escuchaba con la esperanza de que todo terminase con un chocolate con churros.

“Este es un año especial. Durante todo 2024 celebraremos el jubileo eulaliense. Serán muchas las actividades que se celebrarán en torno a la Mártir, conciertos, peregrinaciones, conferencias, actividades lúdicas, culturales y religiosas… Una de las más esperadas es quizás la remodelación de la plaza de la basílica. Hubiese sido bonito haberla estrenado antes de la inauguración del año jubilar, pero habrá que esperar”.

“En fin, querido nieto, espero que en el futuro seas tú quien cuente todo esto a tu nieto…

¿Te apetecen unos churritos?”



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