Antonio Luis Vélez Saavedra


Cuando vienen de visita a Mérida familiares o amigos les suelo llevar a pasear por la ciudad, y les cuento las lo que sé de nuestra historia, pero sobre todo intento transmitirles lo apasionante de esta vieja Emérita.

Pero en lugar de llevarles directamente al recorrido más habitual de la zona del Teatro Romano y Museo Nacional, me gusta comenzar la visita por alguna zona diferente, una de ellas comienza en el Puente Albarregas frente a Los Milagros.

Y es que la llegada a Mérida desde el norte debía ser en la época romana un auténtico espectáculo. Situémonos en la rotonda de salida a Cáceres, y ya desde allí ir bajando hacia la ciudad mientras se disfrutaba del paseo entre las villas romanas extramuros, compitiendo a ambos lados del camino con sus hermosos jardines con lápidas funerarias y que permitían al viajero detenerse a descansar, y así leer las inscripciones dedicadas a la vida del difunto, con saludos y buenos deseos para el caminante que no ignoraba las tumbas, todo con la idea de que el finado no cayera en el olvido.

A media bajada hacia la ciudad, el arranque del acueducto de los milagros en la entrada a la actual barriada de Santa Eulalia, que iba cogiendo altura en sus pilastras hasta mostrarse majestuoso al cruzar el caminante el puente sobre el Albarregas, cuyo valle estaría seguramente flanqueado por naranjos, higueras, arboles frutales y huertos hasta donde alcanzara la vista.

Y ya enfrente del viajero la muralla de la ciudad, con su entrada en la actual calle Calvario a la altura del cruce con la calle Augusto, lugar donde comenzaba lo que en la época era la vía más larga de Emérita Augusta: el Cardo Máximo. La calle principal que marcaba la orientación norte-sur. Una línea recta que cruzaba la ciudad y que junto con el Decumanus formaban el eje cartesiano a partir del cual se diseñaban todas las ciudades romanas.

Subiendo la calle Calvario acompañando a las últimas pilastras de Los Milagros el viajero llegaba al Castellum Aquae , ya en lo alto del cerro del Calvario, desde donde se distribuían las aguas que llegaban desde el acueducto y seguramente con una fuente monumental como primer aviso a los viajeros de la importancia del lugar al que llegaban.

Y ya desde ahí abrir la vista y descubrir al final de la línea recta de la calle Calvario el primero de los monumentales foros de la ciudad, a la altura ya de la Calle Almendralejo las columnas del foro provincial que correspondía a Emérita como capital de la Lusitania y cuya majestuosidad puede adivinarse desde el centro de interpretación de la calle Holguín, desde donde puede verse la esquina del imponente podio del templo del foro provincial, cuya entrada principal no era otra que el actual Arco de Trajano

Es éste posiblemente uno de los lugares que más asombra a los que visitan nuestra ciudad: en la base del arco, apenas dos metros bajo el nivel de la calle contemplar el suelo de la vieja Emérita transmite la visión de que la ciudad romana permanece enterrada bajo la actual, con todos sus tesoros arqueológicos aun ocultos despierta la imaginación de quienes allí se asoman.

Seguimos en linea recta por el colegio trajano, cruzamos Félix Valverde Lillo, y vamos por la calle Juan Pablo Forner hasta la Calle Santa Eulalia, y allí, en la esquina de Agudo con la antigua Campana nos encontraríamos encima de la intersección del Decumanus Maximus y el Cardo Maximus, podríamos decir en el mismo centro de la romana Emérita.

Y esa es otra plusvalía turística de nuestra ciudad, el hecho de que aquel trazado que los ingenieros romanos diseñaron para la primigenia Emérita hace más de dos mil años aun persista en gran medida en la cuadrícula urbana de la Mérida actual, y podamos andar por las mismas calles por donde lo hicieron los habitantes de esta ciudad en los últimos dos mil años.

En esa intersección comenzaría el Foro Municipal del actual Templo de Diana, un espacio mayor del actual quedando todo el foro justo lindando con el Cardo Máximo en su camino hacia la actual calle de Los Maestros. De ahí bajada hacia las Cuatro Esquinas y continuamos por el Cardo Máximo por Calderón de la Barca, donde se supone se encontraban importantes complejos termales, como el que apareció en el cruce con el antiguo callejón de Pedro María Plano, aunque los restos quedaron en el sótano de los pisos que se construyeron encima.

Llegamos a Plaza de Pizarro y seguimos subiendo hacia la Vía de Ensanche, que marcaba el límite de la muralla de la ciudad por el sur y el final del Cardo Máximo, quedando la Plaza de Toros a la derecha, en cuya construcción aparecieron algunas de las mejores estatuas del Museo Romano, por lo que se supone que bajo su ruedo habría un templo dedicado a Mitra, divinidad a la que se sacrificaban toros para su culto, de ahí el nombre de la aledaña Casa del Mitreo.

Ya en la zona extramuros seguimos paseando al lado de los Columbarios por la vía de Ensanche hasta su final, desde donde ya se ve la esquina del recinto del Teatro Romano. Lo bordeamos hasta la entrada y ahí ya es el lugar de dejar a los turistas, en las cualificadas manos de las oficiales guías en la obligada y oficial visita al Teatro Anfiteatro y el Museo Nacional, pero no sin antes citarles para luego continuar con la visita, a partir de ahí gastronómica, les esperaré para tomar la primera en el Pestorejo.

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