Fran Medina Cruz


Y es que en muchas partes del mundo el color azul representa libertad, lealtad, armonía, verdad y seriedad. Así mismo, está asociado a la energía física y al deporte, como al modernismo y el desarrollo tecnológico. Es así que este color, el de nuestro planeta si lo vemos desde la distancia del espacio exterior, simboliza todo aquello que ser humano siempre buscó. Pero por desgracia y por ende de nuestra poca capacidad de análisis del entorno político y social que como ciudadanos deberíamos poseer, y de la mucha necesidad de control desde los propios estados, este color ha dejado paso a un rojo intenso, fracaso de años y años de historia, que sin duda es el adalid del pobreza y esclavitud.

Ya civilizaciones pasadas sufrieron este desafortunado cambio cromático, desde el imperio romano, dando paso a una era oscura de feudalismo carnívoro, antisocial y mísero, hasta los imperios del otro lado del mundo, el Maya por ejemplo. Culturas que se vinieron abajo por hechos y decisiones de, normalmente caudillos egocéntricos y acomplejados, pero con mucho poder, que con propósitos religiosos unas veces, económicos otras, devinieron en épocas oscuras de siglos enteros.

Sobre nuestras cabezas asoma un rojo intenso en forma de control social y sobre todo económico. Con ideas tan dispares y disparatadas como el querer cambiar el concepto de sexo por el de identidad, o simplemente etiquetar los gustos, que por otro lado existieron desde que el ser humano es ser humano, en particularidades como si de un catálogo fuera nuestro “apetito”. O querer implementar soluciones económicas mediante el dinero improductivo, o sea, capital que se invierte en cuestiones socialmente improductivas, para mantener un equilibrio económico ficticio, a base de estresar la economía de producción con abusivos impuestos y condiciones económicas. Aumentado a su vez el gasto social, con dinero, precisamente de ese sector, el privado, acosado y amordazado. Recordemos que el dinero no nace, se hace, y la manera correcta de hacerlo es mediante la rentabilidad de las empresas y de los sectores económicos productivos.

El rojo tiende al control, y ahora se está poniendo de moda aquello que ya estaba implantado en otras zonas teñidas de colorado por costumbre, el control de precios, esperando que el mercado reúna las condiciones para que dicho control establezca las barreras necesarias para que las familias se provean de un desahogo extra, sin pensar que el principal afectado puede ser la propia producción, que sin la rentabilidad adecuada quiebra, quedando la oferta de productos disminuida y por consiguiente la escasez de esos mismos productos en las estanterías de todas los supermercados. Al final todo esto, queda demostrado en aquellos entornos colorados donde, las cartillas de racionamiento, la escasez de productos y la precariedad laboral son habituales entre la sociedad.

Estamos siendo acostumbrados a pensar que el bienestar recae en lo público, y así lo expresamos una y otra vez, exigiendo que el “papa estado” nos provea de las necesidades, de los parabienes que requerimos. Y no recaemos en que la balanza de lo público y lo privado está siendo cada vez más pesada en el lado de lo público. ¿Pero quién sostiene a quien? Esa es la gran cuestión, que mientras el lado de lo público pesa más, lo privado, que es, por otro lado, el sustento de lo público, se hace más débil. Al final de esta historia, no queda la más mínima duda, que lo público terminara desapareciendo, por esa misma falta de liquidez de lo privado. Empobreciendo así el sistema rojo, y a toda esa sociedad colorada. Es cuando el negro se apodera de todo.

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