Antonio Luís Vélez Saavedra


Quiero hablar de ese proyecto de Museo al aire libre dentro de la ciudad que ha venido en llamarse MUMCO, acrónimo de Museo de Muralismo Contemporáneo, y que considero de mucho valor.

Seguramente ya muchos lo conocerán, pero por si acaso se lo cuento: consiste en utilizar espacios, como en este caso las fachadas de las medianeras de las viviendas sindicales de la Barriada de La Antigua, como si fueran lienzos en blanco, para que diferentes artistas de reconocido prestigio plasmen allí sus obras.

Y el resultado es espectacular, e impresionan no solo por sus dimensiones sino también por cada obra en sí misma, todas muy sugerentes y con motivos en sintonía con el entorno y la ciudad, por ejemplo con el mural dedicado a la Martir Sta Eulalia, al patrimonio emeritense, al grupo de Coros y Danzas de la Antigua, o al activismo vecinal entre otros.

Cuando recientemente apareció la noticia en prensa, se destacaba la capacidad de estos murales para atraer turismo, lo que nunca está de más. Pero en mi opinión el atractivo principal de este proyecto va mucho más allá de la aportación turística que pueda suponer. Me parece más importante su voluntad transformadora del espacio público, como catalizador de la creatividad artística, de fomento del sentido de pertenencia social y como elemento de revitalización y renovación de los espacios urbanos.

Y es evidente que ha mejorado la apariencia visual del barrio, recordemos una de las zonas más pobladas de Mérida, y está demostrado que vivir en un sitio bonito favorece un ambiente más amigable y saludable para sus residentes.

No estamos hablando entonces solamente de mejorar la percepción de la ciudad para los turistas, sino también de, a través del arte, reforzar la identidad y lazos sociales, de mejorar la percepción sí, pero la de los propios ciudadanos sobre su ciudad y su barrio.

Llegar al punto ideal donde el espacio público pasa a ser una extensión de nuestras viviendas que mantenemos limpias y cuidadas, y allí donde en la vivienda privada encontramos macetas y flores pues en el barrio hay árboles, parques y jardines, y si en casa tenemos cuadros con los que decoramos nuestro hogar pues también paseando podemos admirar obras de arte en forma de esculturas o murales majestuosos, como una parte más de nuestro hogar.

El objetivo es convertir esos espacios públicos en lugares de relación social y de construcción colectiva. Un lugar compartido y que dotamos de valores. Un lugar donde se provocan los cambios sociales. Con acciones como esta las calles son un poco menos lugares de paso o escaparates consumistas. Pasan a ser lugares donde se pueden generar imaginarios colectivos. Y los lenguajes artísticos son ideales para este fin.

Un buen ejemplo de como desde la capacidad transformadora del arte se puede mejorar una ciudad. Unir cultura, espacios públicos y ciudadanía es dibujar un triángulo muy virtuoso y también entender que viene impulsado desde la política, que tiene entre su ejercicio muchas veces la obligación de romper algunos moldes preestablecidos para lograr nuevas mejoras sociales. Ese ejercicio suele etiquetarse con expresiones con connotaciones negativas como puede ser la de romper cristales, pues bien yo quiero para este caso acuñar una más ajustada para esos murales, que en el fondo no han hecho otra cosa que desblanquear fachadas, un acto a contracorriente, casi revolucionario en estos tiempos.



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