Cristina Martín Sánchez
Concejal del GM Ciudadanos Ayto de Mérida
Llega el mes de noviembre, y con él empiezan los días mas cortos, el frio ( aunque se haga de rogar a veces ), los preparativos navideños que ya vemos en muchos supermercados y tiendas, y por supuesto, el día de todos los santos, una de las tradiciones más arraigadas en todo el país.
Es cierto que cada persona y cada familia tiene su tradición propia, pero por normal general se visitan las tumbas, se limpian las lápidas y dejan allí ofrendas de flores y otros objetos.
Creo que los recientes acontecimientos de la vida y las dificultades que hemos enfrentado colectivamente en 2020 nos han hecho contemplar el poder que tienen los finales y los nuevos comienzos. Reflexionar sobre nuestro pasado, abrazar la pérdida y celebrar la vida, deben ser los propósitos y las enseñanzas que nos deja este día.
Debemos entender que la muerte nos acompaña siempre. Aunque pueda sonar tétrico agorero, está presente en nuestras vidas.
Desde que somos pequeñitos nos vamos enterando de acontecimientos tales como la profesora del colegio que ha sufrido un accidente y ya no volverá, o que tu perro se ha ido a un mejor lugar o que el abuelo está en un largo sueño y ya está descansando en paz. Cuando llegamos a la adolescencia, lo vivimos de otra manera, ya somos conscientes de que el papel de la muerte en la vida ya no se nos puede ocultar. Además, empezamos a tener otras experiencias similares a las de un proceso de pérdida.
Siempre me han dicho que las buenas personas nunca se van del todo, ya que permanecen en el corazón y en la memoria de aquellos que las quisimos. Pensar en ese ser querido, en todo lo vivido, nos reconforta y nos llena de paz.
El recuerdo y el alma no mueren, sólo muere quien es olvidado. Si has querido con todas tus fuerzas, si has sembrado un camino de huellas, si has legado una historia de vida, si has dejado en las personas una sonrisa, no te importe marchar de este mundo algún día.
Nunca muere quien supo vivir plenamente.
Finalmente quiero hacer una mención especial a todos nuestros seres queridos que ya marcharon, y dejaron ese hueco tan vacío y que recordamos cada día, y en particular a mis abuelos Luis y Ángela que, a pesar de poder haberlos disfrutado, injustamente, poco tiempo, su recuerdo late todos los días. Los que nos quedamos, nos encargamos de contar a los que llegaron después, el privilegio que fue coincidir con ellos en esta vida.