Antonio Vélez Sánchez

Ex-alcalde de Mérida


Si pronunciáramos la palabra “arrabal”, un niño de hoy, aquí en Mérida, no entendería nada. Sin embargo, pocas décadas atrás era habitual escucharla como referencia de un espacio muy significado de la Ciudad: Hablamos del área de la Rambla .

Recuerdo oír de mis mayores , con bastante normalidad , frases como , “ nos vemos en el parque del arrabal “ , o “ hay que traer agua de la fuente del arrabal ” . El Arrabal, ese sitio que ya no existe, fue durante siglos un nombre singularmente importante para nuestra Historia.

Los “arrabales”, según el diccionario, eran espacios urbanos extramuros de las ciudades, espacios a modo de ghetos para minorías segregadas, posiblemente reservados desde determinado momento histórico para los judíos.

Curiosamente, si buscamos noticias antiguas, vemos que el Metropolitano visigodo Mausona fue un hombre de mucha capacidad de concordia con los judíos, lo que evidencia la existencia de un núcleo importante de hebreos organizados alrededor de su Sinagoga.

Los judíos fueron un importante pilar de la economía y debieron tener una fuerte implicación en la industria textil, como en toda Castilla, los curtidos, la artesanía del hierro y madera, entre otros menesteres. Es notable su capacidad para el manejo financiero, lo que les hizo incomodos en algunos momentos históricos. Algo así como pasa con los banqueros, irritando al común de los que tienen que devolver préstamos hipotecarios revisados al alza. Los judíos fueron agentes fiscales, recaudadores de impuestos, un oficio que no quería nadie, o para el que había que estar preparados. Y eso resultaba impopular en las épocas de crisis.

Los judíos habían vivido mezclados con la población, con normalidad, y en Mérida también. Sin embargo la dinastía Trastámara , que los había utilizado y protegido , los usó como chivos expiatorios en la fuerte crisis de finales del siglo catorce . Fue entonces cuando comenzaron a ser excluidos y tuvieron que irse a vivir al arrabal, fuera de los muros de la Ciudad.

El siglo quince, fue de altibajos para los hebreos que sufrieron persecuciones de todo tipo y al final el decreto de expulsión de los reyes católicos, contra quienes no aceptaran el bautismo, daba carpetazo injustamente a quienes se consideraban tan castellanos o aragoneses, como cualquiera. El integrismo cristiano obligaba y la unidad de fe era la bandera que circulaba por Europa.

Los judíos de Mérida que optaron por la expulsión, manteniendo su fe, vendieron apresuradamente sus propiedades a precio de saldo. Treinta y tantos años después el Arrabal de Santa Eulalia se remodela y se reedifica con mejor factura, plantando una hermosa alameda. Moreno de Vargas lo cuenta un siglo después y cita los nombres de quienes vendieron los “cortinales “en que debieron convertirse aquellos alojamientos abandonados en el destierro. Es de suponer que nominar al gran solar resultante con el nombre de “ campo de San Juan “ pudiera deberse a un deseo de cristianizar , con una referencia bautismal tan primitiva , el sitio que poblaron los que no quisieron bautizarse y aceptaron un cruel exilio .

Quedan cuestiones por repasar y que posiblemente ligaban a esta minoría (no tanto, porque en algunos lugares hay referencias claras que los judíos alcanzaban un doce por ciento de la población) a otras nomenclaturas que fueron habituales en el vocabulario cotidiano de Mérida. Es el caso de Las Tenerías, junto al Guadiana, factorías para el curtido de pieles y en las que la presencia morisca fuera muy notable (basta pensar en la calle de los Moros o Morerías), o las Atarazanas donde se hacían paños bastos, sacos o cordelería.

La Historia es una caja de sorpresas que en Mérida se multiplica. Sería necesario revolver los archivos para intentar recomponer el mosaico de las oscuridades y los silencios de tantos siglos. Aunque sea difícil se atarán, poco a poco, los cabos perdidos del pasado. Por mi parte solo he pretendido , discreta y muy superficialmente , recordar el “ Arrabal “ de nuestra Ciudad , porque tras mantenerse vivo en la trasmisión oral durante cinco siglos , ya se ha borrado , prácticamente , ese hermoso nombre en apenas tres décadas . Y deberíamos recuperarlo a toda costa, porque de lo contrario perderíamos una de las páginas más señaladas de nuestra memoria.

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