Carmelo Arribas Pérez
Parece ser que por las pestes y la sequía, la ciudad de Barcelona tenía en el año 1500 aproximadamente unos 6166 habitantes, mientras que otras ciudades que hoy son pequeñas, como Cuenca tenía más de 16000 mil. Y para otras como la de Badajoz se cita una demografía en el 1557 de 10431 habitantes. ¿Cómo pudieron cambiar tanto las cosas? La política que desarrolló Felipe V, que recuerda en cierta manera a la de los aranceles de Trump, cerrando el mercado a los productos que venían de fuera de España, perjudicó a las lanas y todo el conjunto de negocios derivados de ellas, como fue el ganado de ovejas, el pastoreo y la transhumancia, con la que se llevaba de riqueza a los pueblos en los que se asentaban los rebaños, ya fuera por los impuestos locales y por el movimiento económico, por la existencia de gran cantidad de telares y actividades derivadas de los lavados y secados de las lanas y la exportación, que hacía que las regiones del interior, tuvieran población y vitalidad y que hasta algunas como Extremadura, incluso recibieran su nombre de este hecho, porque los ganados en invierno, se dirigían a regiones más cálidas por las Cañadas Reales y los llevaban hasta los EXTREMOS. Todo esto se hundió, para favorecer a una región como Cataluña, con los tejidos y el algodón.
Siglos más tarde, esto se acentuaría, con la Dictadura franquista. Las decisiones políticas de favoritismo, perjudicaron a la España Interior y favorecieron de modo directo a sólo tres, Madrid no cuenta, porque aunque era la capital de España, no contaba con un especial favoritismo que acapararon tres: Cataluña, Vascongadas y Valencia. Del resto de España se marcharon millones, ya fuera al extranjero, lo que le venía muy bien al Gobierno, porque la llegada de divisas que enviaban a sus familias los emigrantes, sustentaba una economía central carente absolutamente de recursos, por la salida del oro del Banco de España, en la República.
Fue como consecuencia de la postguerra, y las políticas de la Dictadura, cuando se produjo, lo que llamo El Gran Exilio, unos años en los que se despoblaron casi todas las regiones de España, en las que conocemos por las cifras “oficiales” que posiblemente fueran muchos más, llegaron entre 1941 al 1975, al: Pais Vasco, 498295 personas, a Cataluña 1643637, a Valencia 470610. A todo esto hay que añadir el millón seiscientas treinta y tres mil novecientas siete de Madrid. El resto perdieron población, como Extremadura 695639, Andalucía 1817799, Castilla León, 112399 o Castilla la Mancha 1017245… Mientras pueblos de Cataluña como por ejemplo Hospitalet, pasaba de 50000 habitantes en el 1940, a cerca de 300000 en 1981.
Era evidente, que para la Dictadura había dos Españas, pese al eslogan de UNA Grande y Libre. Que hacía que no se cumplíera, en la realidad, ninguna de las proposiciones, había DOS, no sólo en la ideología, sino en la consideración a los españoles, algo, que negaba el segundo concepto, lo de Grande, que se suponía era por el sentimiento personal de orgullo de pertenencia, cuando, la mayoría de la población, tenía que irse de su lugar de origen, y a donde fuera, no dejaba de ser un ciudadano de segunda, no sólo en el extranjero, sino incluso en estas regiones españolas privilegiadas por el Régimen, en las que el recién venido, era un maketo o un charnego, un muerto de hambre que venía a trabajar, y no estaba este concepto muy lejos de la realidad: “ la inmensa mayoría decide su marcha básicamente motivada por una precariedad económica. Sólo alguien que está con el agua al cuello y no ve salida a sus problemas cotidianos a corto y a largo plazo decide marchar a la emigración. Y quien no está en estas circunstancias, no se va”, dice en sus libro, “ la condición emigrante” Guillermo Diaz-Plaja.
Es evidente, que lo de Libre de la tercera proposición era, porque eras libre de irte, no por otra cosa.
Los pueblos se abandonaron, en lo que ahora se ha dado en llamar la España despoblada, porque la economía de estos era fundamentalmente agrícola y se unieron dos aspectos, la lenta pero continuada mecanización, que ya necesitaba menos mano de obra, y sobre todo las condiciones laborales, con los malos salarios y la dureza del trabajo, que hizo que se desplazaran a las ciudades cerca de tres millones de personas en los datos de 1965.
Este Gran Exilio, tan relegado en las consideraciones de la España de postguerra, hasta la llegada de la democracia, en la que se frena, ha sido por encima de las consideraciones políticas, uno de las características, más, terribles de la Dictadura, con los alrededores de las ciudades, llenas de chabolas de la gente que se había desplazado a trabajar, y que carecían de todo, pero ahorraban, para poder tener una vida futura, más digna, y olvidémonos de aquel personaje, que gobernó durante todos estos años y que murió hace 50, y recordemos a nuestra gente, que se vio abocada a abandonar sus lugares de origen y el de su familia, desde siglos, para desplazarse a otros más favorecidos por la política, en los que había infraestructuras, y…trabajo, posiblemente muchos de los que leen estas líneas.
Carmelo Arribas Pérez
