RAFAEL ANGULO

Periodista


Cuando era un chiquillo, ¡qué alegría!, las cosas importantes se hacían en la capital; se hacían en Badajoz. Qué sé yo!, el carné de conducir, los permisos de la luz, la vivienda, los permisos de armas, familias numerosas, los zapatos de la OJE, el Trofeo Ibérico (Aléti, O glorioso y Vitoria de Setubal). Es más, para ir al Arco Iris o al Cristo (da Piedade) había que pasar por Badajoz antes de que te pararan en la frontera (a la vuelta abrían el maletero a todo el mundo, menos a Pepe Fouto). Claro que aquello era cuando yo era un chiquillo. Ahora “sólo” hay que ir al Corte Inglés, al Faro, al Galaxia (cuando está Gordillo) y al carné de conducir. ¿He dicho carné de conducir?. Pues sí. Ha sido todo un detalle “revival” que por un quítame allá ese albergue los emeritenses hayan vuelto a examinarse del carné de conducir en Badajoz. Como si el tiempo no hubiera pasado los hados vuelven a cargar las armas de la disputa pueblerina, máquina de pendencias, abonando ese histórico agravio comparativo entre Emérita Augusta y la ciudad que fundó el emeritense Ibn Marwan; antiguas rencillas que se mantuvieron vivas por un tiempo gracias al fútbol y que afloran ahora por causas livianas: una comandancia de la Guardia Civil por aquí, un artículo incumplido del Estatuto de Autonomía por allá, una Plataforma Logística por allí, un par de rondas por allá, unas inversioncitas por allí, nada por acá, una arzobispado allí, la visita del practicante por acá…Y da igual quien gobierne aquí y allá, aquello es un imán, esto repele, allí Universidad, aquí unas clasecitas, el caso es que todos peleamos, nunca nos entendemos. Claro que entonces en fútbol al Badajoz le ganábamos (casi siempre); ahora, ni eso pues estamos en otra categoría (por debajo). Lo malo es que no sólo es en fútbol. ¿A qué esperas ASO o seguirá igual por siempre jamás, amén?.

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