Félix Pinero

Periodista y escritor


           

            El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, recuperó ayer su famoso «fin de la cita» durante su intervención en la primera jornada del debate de la moción de censura presentada contra él por el PSOE. Como recordaba el colega Rafael Rodríguez en su blog «Ráfagas» (04/08/2013), una cosa es leer y otra escuchar. En el primer caso, sabemos que es una cita al ir entre comillas o en cursiva; en el segundo, se hace preciso aclarar dónde empieza y termina el texto citado, mejor que expresarlo con el consabido «abro comillas» y cierro comillas». En todo caso, es un elemento retórico que llama la atención sobre lo que desea manifestar, al igual que su antecesor José María Aznar hiciera en 1984 con el «Váyase, señor González». Ayer, pasamos de ese sintagma al «Dimita, señor Rajoy» con el que Sánchez instaba a Rajoy a que abandonara, y la moción decaería. El presidente, que tuvo esa opción en la mano, no quiso dimitir porque hacerlo supondría admitir una responsabilidad en el caso y en la sentencia que ha precipitado su salida del Gobierno. Y no desaprovechó la oportunidad de acusar al candidato de intentar llegar al poder sin haber ganado unas elecciones, como ocurrió en 2016, por desistimiento del primero, aunque después se lo dieran con la abstención porque, como dijere Fernández Vara en su día: «Si Rajoy consigue el apoyo de 170  diputados, ¿quién es el guapo que dice me opongo?» (La Sexta, 31/05/2017).  Pues sí, Sánchez tendrá 180 a favor (con 84 diputados) y Rajoy, 169, (con 134) por la abstención, al fin, de Coalición Canaria. Y, por supuesto, nadie está libre de pecado, y ya saldrán los de los otros.

            Las hemerotecas vienen al pelo, en numerosas ocasiones, para recordar lo que algunos olvidan por conveniencias o por simples intereses políticos. Y Rajoy volvió a repetir, como Aznar, su célebre «fin de la cita» para recordarles a destacados miembros del partido proponente de la moción sus propias declaraciones en contra de un gobierno apoyado en los votos independentistas. Así, recordó que el propio secretario de Organización del PSOE y presentador de la moción, José Luis Ávalos, dijo en su día: «Los independentistas no pueden ser aliados nuestros ni en una moción de censura.» No podía faltar en esta relación de citas el presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, –el primero en apoyar el voto de censura a Sánchez para descabalgarlo de la Secretaría General y, ahora, de la moción de censura presentada «para, en algún momento, convocar elecciones» (véase europa press de 28/05/2018)–, que también tenía su cita: «Si no dejamos claro que el PSOE no tiene nada que ver con los independentistas ni por activa ni por pasiva, en Extremadura nos matan.» Su compañero de Aragón, Javier Lambán,  había afirmado que «Sánchez no puede ser presidente con el permiso de los partidos independentistas de Cataluña». O la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, que había reconocido que «con 84 diputados, los españoles habían mandado al PSOE a la oposición». También recordó a Felipe González, quien habría dicho que un gobierno Frankenstein, como diría Rubacalba, no sería bueno ni posible». O a Josep Borrell, quien aseguró que «nadie tiene en la cabeza un gobierno con el señor Tardá y el señor Rufián», porque no hay nada que hablar con ellos. Recordó, asimismo, al diputado Rafael Simancas, quien habría afirmado que no contemplaba una alternativa que implique un pacto «implícita o explícitamente» con los independentistas. Por último, recordó al presidente socialista de La Rioja, Francisco Ocón, quien había admitido que confió en Sánchez hasta percatarse después que era un «bluf».

            Todas estas citas le sirvieron al hasta ahora presidente del Gobierno para resaltar que la moción de censura es fruto de «los afanes de Sánchez» por ser presidente con urgencia, causa «de las prisas, sin medir las consecuencias de sus decisiones» (véase La Sexta, de 31/05/2018). Aquí nadie matará a nadie porque solo tenemos una bandera a la que servir y un país por el que trabajar. Otros tienen más dioses a los que adorar. Ojalá sea fructífera para España la nueva etapa que se abre por el bien de todos, los que han perdido el gobierno y los que han asaltado los cielos con malas compañías, porque solo desean su bien y no el de mayoría. Fin de la cita.

 

 

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