Antonio Luís Vélez Saavedra


Recientemente pudimos leer en prensa la carta del presidente Guillermo Fernández Vara en la que en nombre de su familia daba las gracias públicamente a la ciudad de Mérida. Lo hacía de corazón y principalmente por hacerle sentir a él y a los suyos unos vecinos más durante los años que ha ocupado la vivienda presidencial extremeña, la casa que fuera diseñada por el gran arquitecto Rafael Díaz Sarasola para el empresario y mecenas José Fernández López.

El primer líder extremeño que vivió en esa casa fue Juan Carlos Rodríguez Ibarra, cuestión que entendió en su momento necesaria para el refuerzo de las instituciones e identidad extremeña. En ese contexto la residencia del presidente de la comunidad se trataba de una cuestión nada menor.

Y tras Ibarra, Fernández Vara lo consideró, ya tras ese inestable periodo inicial, igualmente importante, permaneciendo en la ciudad incluso en los cuatro años que no fue presidente y gobernó el PP. No hizo lo mismo el presidente Monago, que en su etapa incluso puso a la venta la vivienda, en un gesto de poca sensibilidad para con la capitalidad autonómica. Veremos cual es la actitud al respecto de la nueva presidenta extremeña.

Volviendo a la emotiva carta de agradecimiento del presidente Guillermo Fernández Vara. En ella tiene un amable recuerdo para las personas con las que compartía saludos y charlas, ya fuera en la farmacia, supermercado, peluquería o en el kiosco de prensa del barrio, o en las manifestaciones más populares de nuestra ciudad: la Mártir, Semana Santa o Emérita Lúdica, en las que igualmente participaba. Todo lo que forma parte al fin y al cabo del engrase social habitual en nuestro día a día vecinal, en el que siempre ha estado de forma habitual una persona que pese a su condición como presidente hacía honor a la locución latina de primus inter pares, es decir, el primero entre sus iguales, pero siempre de la misma condición como ciudadano.

Y eso es así porque más allá de los lazos institucionales con la ciudad, se ha guiado por una actitud vital, nada forzada, por unos valores morales tan naturales como aquellos que invocaba el Papa Francisco, cuando decía aquello de que ‘el pastor tiene que oler a oveja’ recordando muy oportunamente y en la práctica que el fundamento de la religión al igual que el de la política son las personas y la sociedad.
Actitudes en cualquier caso para recuperar la fe, en el caso del actual polémico Papa en la religión y la de Guillermo para hacerlo en la política, por su empatía y su carácter dialogante, una forma de hacer política por desgracia tan poco habitual y que tan poco puntúa en esta época plagada de mala comunicación y antagonismos.

En resumen, gracias a ti vecino, una honra haberte tenido entre nosotros, y por todos estos años compartiendo como uno más la normalidad de un barrio y una ciudad tranquila y, como tanto suelen comentar los que nos visitan, amable. Casi todo lo contrario, a esa casa de los líos de Rue 13 del Percebe que nos legó el eterno Ibáñez, y que esperemos los nuevos vecinos no tomen como modelo…



 

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