Rafael Angulo Sanchís

Periodista



Hay que saber estar y saber irse y, en eso, Juanma Barrero ha dado una lección de elegancia y caballerosidad siendo generoso en los elogios, discreto en las formas y emeritense en la despedida. Ha dejado la puerta abierta. Como es uno de los nuestros, no habrá que ir muy lejos para buscarle. Quién no ha estado a la altura ha sido Markitos quien, pese a declarar estar eternamente agradecido (hay eternidades muy efímeras) a Juanma y a Sergio, después ha calificado “lo mejor para el club” el prescindir de sus servicios. Con su dinero se lo gestione porque, es una obviedad, es el dueño del Mérida AD y con su capital puede hacer lo que considere y, si él se fuera, (o fuese) nos quedamos sin fútbol en Mérida. Estoy expectante porque el empresario ya anunció en su presentación que “todos los cambios serán a mejor”. Veremos. Pero siendo cierto esto, no lo es menos que el fútbol es algo más que un deporte, una técnica, competición o espectáculo. El fútbol es una pasión inútil, pero pasión, y las pasiones no se pueden medir por estadísticas ni big data. Jurgen Klopp, el alemán que entrena al Liverpool, asegura que el fútbol es cuestión de fe y que si un aficionado quiere ayudar a su equipo tiene que pasar de escéptico a creyente. Cuestión de fe laica, de sentimientos y de emociones compartidas y transmitidas de padres a hijos y, para eso, ayuda mucho la cercanía. Y que yo sepa, Markitos vive a 9.288 kilómetros (a 1 día, 19 horas y 57 minutos de Mérida) aunque eso no importa tanto pues a fin de cuentas todos estamos a un clic de distancia y ya la distancia, como el tiempo, no es lo que era. Tampoco ayuda mucho el que nosotros no sepamos inglés y él no sepa español. Por si fuera poco, hay un dato preocupante: los cinco últimos equipos de la clasificación de la Liga que acaba de terminar –Valencia, Almería, Valladolid, Espanyol y Elche– están gestionados por capital extranjero que ha invertido mucho dinero, pero sin lograr buenos resultados. Ergo, el dinero no da la felicidad ni la clasificación. Un viejo proverbio inglés dice que cuando apuntas con el dedo conviene recordar que otros tres dedos te señalan a ti. Markitos señaló con el dedo a Juanma Barrero, olvidando que otros tres mil dedos le señalaban a él.



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