Rafa Angulo
Periodista
Mi Jorgito es Síndrome de Down y, conviene aclarar esta característica cuanto antes, no está enfermo de Down, ni padece una dolencia grave ni sufre un cuadro médico incurable –con todos mis respetos hacia esas personas- porque, sencillamente, Jorgito es y es así y siempre lo será por mor de que tiene un cromosoma de más. Y antes de maldecir a la genética quiero expresarles mi agradecimiento por la existencia de Jorgito, porque a su lado –fundamentalmente- se está más alegre (algo tendrá que ver su sonrisa cautivadora) y se respira más hondo. ¡Qué bueno es que exista!, ¡Qué bonito verle entre nosotros! Es más, creo que gracias a Jorgito nuestro mundo, el de los que le queremos, es mejor y, si me apuran, estoy convencido que el mundo se vuelve mejor gracias a los Síndrome de Down. La única noticia negativa que recuerdo de Jorgito es su diagnóstico y eso que los primeros meses de los Down son memorables, cuando engarzan una visita al médico con otra a urgencias, ahí sí, hasta que salen adelante y nos hacen reír, llorar y ambas cosas a la vez. Y ese alegrarse y apenarse con mi Jorgito en concreto guarda estrecha relación con el cariño que, después, emanan e irradian a su alrededor. Bueno, bueno, en realidad con lo que guarda una relación directamente proporcional es con la atención que le han prestado sus padres (sobre los que pienso mantener silencio, primero porque les quiero y segundo porqué espero que nunca lean estas líneas). Si Jorgito no tuviese Síndrome de Down no sería él pero es que, nosotros, tampoco seríamos nosotros
Les escribo de Jorgito ante la sospecha de que a todos los que les une ese cromosoma de más parecen, ahora, estar tocados por la condición de supervivientes y, de un tiempo a esta parte, por un desafío vital. Tan preocupante está su futuro que, de seguir así habría que cambiarles el nombre y denominarles de Sentencia de Down con la tristeza que embarga el reconocer que esa sentencia es de muerte. ¿Por qué?. Porque están en peligro de extinción. Por qué el 85% de las amniocentesis que detectan alteraciones cromosómicas en el feto acaban en aborto (en algunos hospitales el 100%) y, en concreto, porque me duele el caso de las gemelas de Milán y la tremenda disminución de disminución de Síndromes Down en el mundo. ¿Pero qué deriva maligna está tomando nuestra sociedad? ¿Qué malditos derroteros de muerte se están inculcando civilmente?. ¿Qué cultura de la muerte de la muerte es ésta?. ¡Viva Jorge y todos los Jorge del mundo!