Antonio Luís Vélez Saavedra
Seguro se acuerdan de aquel famoso anuncio de Colón de los años 80. En él, salia directamente el director de la compañía CAMP, a presentar sus productos, algo que nadie se había atrevido a hacer antes, y la campaña fue un éxito. Manuel Luque, así se llamaba ese directivo con gafas que salía en la tele para decirle a España entera que debía confiar en su compañía, y se hizo a raíz de aquello muy popular.
La frase de comienzo de aquel anuncio en la que decía: “Usted es libre cuando compra, por eso los mejores productos se venden más” y podría pensarse en establecer ciertos paralelismos de aquella campaña publicitaria y otras similares con la actual campaña política. Pero existe una diferencia importante, y es que vender un producto como un detergente o un suavizante, por muy bien que laven o dejen la ropa con un agradable olor a lavanda, y aunque los partidos usen algunas técnicas parecidas para atraer la atención de sus votantes, es importante diferenciar la venta de un producto de cuestiones como la sanidad, educación o el modelo de ciudad que queremos, temas de los que se encarga la política.
La política, mejor dicho el ejercicio de la misma es algo bastante complejo, por la cantidad de temas que abarca, por la profundidad de los mismos, y sobre todo por el encaje que a modo de muñeca rusa supone tener una política europea, nacional, regional, y local, los ámbitos de los que forma parte la sociedad en la que vivimos.
Por eso, una de las mayores cualidades de cualquier político es la de saber comunicarse con los ciudadanos de una forma sencilla y entendible, pero ahí también nos encontramos con el problema de que muchos candidatos y formaciones políticas simplifican el discurso hasta el punto en que tratan a los ciudadanos como si fueran los ‘clientes’ de un anuncio de televisión, vendiendo humo con el único objetivo de captar su atención y voto.
Un ejemplo sencillo sería aquellos cuyo principal y casi único mensaje es el de bajar los impuestos, y así lo arreglan todo, sin decir ni que impuestos, ni como se pueden entonces pagar la sanidad y la educación públicas, y así funcionan con todo.
Esos mensajes de algunos líderes son muy dañinos para la sociedad y la democracia, pues se parecen en exceso a la idea de la frase que decía habitualmente el dictador Franco: “Haga como yo, no se meta en política.” Algo no funciona cuando algunos denostan la política sistemáticamente con este tipo de discursos, se pierde el respeto a los ciudadanos, y se rebaja la calidad democrática, lo estamos viendo continuamente con los propagadores de bulos en las redes sociales y medios de comunicación dirigidos.
Esa es la parte donde los ciudadanos debemos hacer un ejercicio de reflexión y sensatez, con respecto a los que gobiernan ver de lo prometido lo cumplido, y de los candidatos a gobernar darnos cuenta de que nadie promete más que el que sabe que no va a tener que cumplir. Deducir quién tiene, a partir de ahí, una visión realista y responsable de los objetivos y hacer como en la vida diaria, cuando necesitamos una persona para solucionarnos por ejemplo en casa un tema de fontanería o vamos a comprar a un comercio, es fácil, solemos acudir a aquel que nos da mayor confianza, al que nos es más cercano y ya conocemos, no solemos equivocarnos al comportarnos así, y la política no es más que una faceta más de la vida.
Aquel directivo no recibió clases de interpretación, y decía lo siguiente: «Para que la publicidad fuera creíble y efectiva yo tenía que aparecer en televisión tal como era, sin afectación ni actuación alguna». Un tipo de verdad, y por eso podía decir aquella frase de: “Busque, compare y si encuentra algo mejor, cómprelo”