Álvaro Vázquez Pinheiro
y
Montserrat Girón Abumalham
Unidas por Mérida (Izquierda Unida –Podemos)
La situación de la deuda de la economía en general, y de las administraciones públicas en particular, ha ocupado un lugar relevante en la actualidad mediática y política de nuestro país, sobre todo a partir de la crisis del mercado financiero que tuvo lugar en 2008.
Desde entonces, la deuda ha sido utilizada como criterios de validación del buen hacer, o no tanto, de la acción de gobierno. Aquellos que reducían la deuda son considerados como buenos gobernantes y gestores; por el contrario, los gobiernos que la incrementan son calificados de derrochadores y populistas sin la capacidad necesaria para la gestión de las cuentas públicas. Pero como de costumbre el asunto no es tan sencillo.
Resulta obvio que las administraciones y gobiernos sólo podrán ofrecer los servicios que puedan pagar. Esa es la premisa fundamental, por eso es tan importante tener claro cuál es el destino que queremos darle a los fondos públicos. Como siempre se ha dicho, gobernar es gastar. Las prioridades de un gobierno se manifiestan en los fines a los que dedican los fondos públicos.
Desde 2008, la inmensa mayoría de los gobiernos que han reducido la deuda han convertido este hecho en un logro de su acción de gobierno, y eso parece lógico, pero según y cómo. En primer lugar, no debemos confundir la deuda con la capacidad que tienen los gobiernos para asumir los pagos que suponen.
Todos nos endeudamos para conseguir cosas que de otra manera estarían fuera de nuestro alcance, la casa en la que vives, el coche que utilizas para llevar a tus hijos e hijas al colegio, o la universidad resultan asumibles para las economías de las familias, otra cuestión es si podría acometerse estas cuestiones con otras fórmulas, como por ejemplo universidad gratuita, o la promoción de la vivienda pública.
A las administraciones públicas les ocurre lo mismos, el endeudamiento es un instrumento fundamental para acometer gastos e inversiones que con sus ingresos ordinarios no podrían asumir. Dicho de otra manera, el problema no es la deuda, el problema es tu capacidad de financiación y las disponibilidades para asumir las obligaciones de pago de esa deuda. Pero hay más.
El prestigio político que supone la disminución de la deuda ha llevado a algunos gobiernos, como por ejemplo, el gobierno municipal de nuestra ciudad a llevar a cabo el pago de la deuda por encima de las obligaciones que le imponen sus acreedores. Llegados a este punto podríamos preguntarnos hasta qué punto tiene sentido que un gobierno dedique recursos públicos a abonar una deuda por encima de los importes a los que está obligado, con el propósito de reducir el montante de deuda que le resta.
Si no tienes necesidades acuciantes, si ya has pagado las facturas, tienes la nevara llena, e incluso te has ido de vacaciones, no está demás que-si puedes- amortices parte de tu hipoteca pues es una buena manera de ahorrar. Eso lo sabemos todos y todas. En principio parece una buena idea.
Ahora bien, ¿se puede trasladar está lógica a las administraciones públicas? Si tienen la nevara llena y en casa no hay goteras, puede ser que sí, en caso contrario no.
La exacerbación de la importancia de la deuda ha llevado muchos gobiernos municipales a dedicar cada vez más recursos a amortizar deuda, y eso en principio suena muy bien, pero los que sostienen esta idea están obviando la cuestión fundamental. Las familias se deben a si mismas. Las administraciones públicas no.
La finalidad de un gobierno no es reducir la deuda, el propósito esencial de un gobierno no priorizar la situación económica de las administraciones, sino dedicar los recursos públicos a la satisfacción de los carencias y problemas que tiene su ciudad y sus vecinos y vecinas. Según esto, las prioridades de los ayuntamientos deben ser las prioridades de aquellas personas a las que representan. ¿Es la reducción de la deuda municipal la prioridad de los vecinos y vecinas de Mérida?¿Cómo ayudamos a mejorar la calidad de vida de los vecinos, potenciando el acceso a la vivienda o reduciendo la deuda más allá de lo que estamos obligados?
Presumir de amortizar más deuda de la necesaria se traduce, en nuestra opinión, en una actitud en la que se prima las necesidades del ayuntamiento a la atención de las prioridades de los vecinos, y eso supone un error de fondo en la noción que debemos tener de la política, de las administraciones públicas y de nuestra democracia al confundir los medios con los fines a los que deben dedicarse. No es una anécdota, es un síntoma.