Fran Medina Cruz

Cuando tu opinión es contraria a tus actos, cuanto tu motivación arranca en la moda de sumarte a los eslóganes ideológicos del grito por el grito, sin un trasfondo sincero, tu pasas a ser algo irrelevante para la sociedad.

¿Qué es la irrelevancia? Según definición, es algo que carece de importancia. La expresión irrelevante se utiliza cuando algo o alguien no se considera importante o necesario. Por ejemplo, será irrelevante un comentario u opinión que no merece ser considerado o tomado en cuenta, un evento o hecho que carece de importancia o trascendencia, una información sin interés, significación o que está desactualizada. Por eso se dice que vivimos motivados por ideales que en manos equivocadas hace que esos mismos sean irrelevantes. Y es que una generación de escaparatistas de los ideales han tomado las calles, y lo peor, ni saben, ni quieren saber el porque de sus reivindicaciones.

Nuestra juventud, esa nueva generación de súper consumistas tecnológicos, que mientras comparten en sus redes bonitos eslóganes en favor de un mundo más natural, no pueden vivir sin teclear un aparato de móvil, compartiendo, con esos que tienen al lado, sus propias vidas. Esos mismos que gritan, si son convocados a una “manifa”: -¡CAPITALISMO DESTRUCTOR!- y que cada año cambian de móvil, cada mes de ropa, cada día de comida rápida en cualquier “garito”. Esos mismos que se apuntan a luchar contra el “cambio climático”, mientras dejan sus botellas de vidrio vacías, sus desperdicios después de un botellón, y destruyen el mobiliario urbano cuando se les cruzan los cables. Por sus actos y no por sus opiniones se convierten en una Generación Irrelevante.

Una generación que nació dentro de una época de cambios, de luchas y mejoras salariales y laborales, de un cambio de cultura en base a la libertad de expresión y el valor de la democracia, pero que mientras eso pasaba, un cambio de paradigma social iba camuflándose dentro de la sociedad. La idea del triunfo sin esfuerzo, “el pelotazo”. Es como el abrazo del padre que siempre lo perdona todo, y que da demasiada importancia a una opinión del que ni tiene experiencia, ni la formación necesaria para expresarla.

Desgraciadamente, dependemos de esa generación para nuestro propio desarrollo como sociedad. Y aunque sabemos que dentro de cada grupo social siempre destacan unidades independientes que se revelan y dan esperanza a esa misma, es cuestión de tiempo descubrir hacia donde nos lleva este desaprovechado momento de cambio. Esta generación irrelevante.



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