Pedro Acedo
Acabo de llegar a Mérida. Nada extraño para quien viaja bastante como es mi caso. Sin embargo, si digo que regreso de Polonia, zona fronteriza con Ucrania, puede merecer algún interés por la actual guerra con los rusos y la masacre criminal de Putin y sus, no menos asesinos, generales y oligarcas multimillonarios. Aunque mi visita de varios días cerca de la zona en conflicto haya sido exclusivamente turística, sí me ha ayudado a mejorar mi idea de la peligrosa situación de la región. Y del mundo.
Tengo buenos amigos polacos y saben como pocos, lo que está ocurriendo en Ucrania; que no siempre coincide, con la versión oficial de los hechos. Y en este sentido quiero destacar la extraordinaria solidaridad del pueblo polaco (supongo que algo tiene que ver con ser la nación más católica del mundo, aunque con el Papa actual a lo peor dejan de serlo pronto). Millones de Ucranianos han sido acogidos en casas particulares y se están volcando con ellos con una generosidad pocas veces vista en la historia de la humanidad, proporcionándoles cobijo, comida, ropa…, y buscándoles trabajo. Cierto es que en muchos países de Europa, entre ellos España, están acogiendo también a expulsados de la bestial invasión, pero lo de Polonia es extraordinario. Hay que tener en cuenta que fue el País más castigado de la Segunda Guerra Mundial: un criminal como Hitler intentó exterminarlos y otro más criminal todavía, Stalin, casi lo consigue.
Los polacos saben de qué va esto. Odian, católicamente, a Putin. Y mucho. No quieren recordar segundas partes que nunca fueron buenas. Sufrieron como perros a los dirigentes nazis y comunistas y, claros, no se fían. Pero para demostrar que una cosa son los dementes dirigentes políticos y otra la mayoría de la las personas, se ponen manos a la obra de verdad y amparan al pueblo llano, a ucranianos y, si hace falta, también a rusos. Al fin y al cabo, son todos primos hermanos. Y aquí fijo mi primera reflexión: hay mucha gente buena en todo el mundo, lo son los ucranianos y los rusos pero también los hay malos, muy malos, como Putin y sus generales y, aunque son pocos, tienen las bombas. No confundir el pueblo y la gente normal con estas alimañas de la guerra. Por eso no comprendo que en nuestro mundo, veten a deportistas rusos que se dedican exclusivamente al deporte. Incomprensible. Valiente Nadal que ha salido en defensa de los tenistas moscovitas.
Los polacos que saben más que nadie de destrucción masiva de personas, -relativamente cerca están los campos de exterminio Nazi de Auschwitz, Treblinka, Sobibor o Belzec-, Los descendientes que quedaron de aquella masacre, creen que Putin, puede intentar invadir también Polonia, muchos piensan que es su verdadero objetivo; al fin y al cabo ya lo í hicieron en otras ocasiones. Se han llevado tantos palos en su increíble historia que, aunque crean que una nueva invasión es posible (la historia se repite muchas veces), hacen una vida normal y están tranquilos. Como si la veteranía y experiencia , también en lo malo, fuese un grado.
Son conscientes de que ahora están protegidos por la OTAN y solo una huida a la desesperada de Putin propiciaría que este le diera al botón nuclear. Y no es fantasía.
Segunda reflexión: parece que los españoles estamos muy lejos de la guerra, pero no. Si el loco le da al botón, el desastre llegaría también a Extremadura. De hecho ya está llegando. Y no me refiero solo al encarecimiento de todo y a la inflación, que también, -aunque en esto mucho tiene que ver el pérfido gobierno de Pedro Sánchez- me refiero a que tendríamos la obligación de entrar de lleno en el conflicto militar. Y entraríamos, no nos engañemos. Contemplemos que es una posibilidad real por muy indeseada que nos resulte.
Última reflexión: la guerra no es algo lejano, no es Rusia contra Ucrania. Es todos contra todos. Y tenemos que prepararnos. Tomemos ejemplo, en casi todos los sentidos, del pueblo polaco. No me atrevo dar consejos a nadie pero creo que es bueno afrontar la situación con valentía y con normalidad, como están haciendo ahora en la zona caliente del entorno del conflicto, pero conscientes de que vivimos un tiempo complicado. No nos acobardemos por el incierto futuro porque como alguien dijo, mañana no existe. Intentemos ser felices hasta que Dios quiera. Día a día.
Es obvio que ante el lío de la invasión rusa, la masacre humana y el sufrimiento de millones de personas y visitando países del este, hablar de lo sucia que está Proserpina, me parece ridículo y lo dejaré para otra ocasión que mis ánimos estén más apaciguados.
La guerra, desgraciadamente, repercute igualmente en Extremadura, en España y en el mundo entero.
Es la guerra de todos.