Fran Medina Cruz


Se define la libertad de expresión como un derecho fundamental o un derecho humano, consagrado en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Las constituciones de los sistemas democráticos también lo señalan. De la libertad de expresión deriva la libertad de prensa. También es definido como un medio para exponer las ideas, y así fue concebido durante la Ilustración. Pero ¿qué pasa cuando se emplea bajo un prisma distinto, amparado por ideas fundamentalistas de ideología y odio, y sin atisbo ninguno de ilustración? entonces la libertad de expresión choca con otros derechos fundamentales recogidos en los mismos Derechos Humanos.

¿Que dirían ahora Montesquieu, Voltaire y Rousseau, sobre el manoseo simplista de esa gran lucha por la libertad de ideas? O aquellos que lucharon para contemplarla y formar parte de unos de los pilares de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos proponiéndola para diseño constitucional en su Primera Enmienda. Y que me dicen de la Revolución francesa y su causa, la ilustración. Hechos que revolvieron las cortes de los demás estados occidentales en pro a la libertad de la ideas y el descubrimiento de la verdad informativa.

Ahora está de moda incurrir en el error de pensar que bajo la luz de la libertad de expresión todo esta permitido, y la cultura de la sátira ampara toda causa de ello esquivando incluso los demás derechos humanos de los que nos enorgullecemos todos. Por lo tanto el límite al derecho humano de la libertad de expresión, está dado por el respeto a otros derechos humanos. Concordante con esto, la «Convención Americana sobre Derechos Humanos», expresa en su Artículo 12 que; Toda persona tiene derecho al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad. Que nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de su familia, en su domicilio o en su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra o reputación. Y que toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o esos ataques.»

Me gustaría pensar que todos lo que defienden estos derechos de libertad de expresión toman nota de lo que está recogido en el total de la carta de derechos humanos. Me gustaría pensar que todos aquellos que presumen de defender estos derechos se conocen al dedillo los treinta puntos esenciales que se enumeran y que forman la totalidad de estos derechos humanos, pero no es así.

Falta ilustración, falta ética y sobre todo falta independencia de ideas.

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