Antonio Luis Vélez 


Andaba yo recordando el estribillo de nuestro Pasodoble de Mérida, compuesto por Fernando Cordero, y que tan castizamente interpretaba Petri Llanos:

«De todas las cosas de España

Tiene Mérida la mejor,

su  Patrona Santa Eulalia

venerada con fervor»

Son de sobra conocidos los motivos de la canción para afirmar la preeminencia de nuestra patrona en el territorio peninsular, porque su martirio fue la chispa que encendió la llama del cristianismo que se extendió con mucha rapidez por toda la Hispania Romana y que ha sido narrado a lo largo de los siglos por muchos autores desde el primer texto del poeta clásico Prudencio hasta el universal Federico Garcia Lorca, sin olvidar al hijo predilecto de la ciudad Rafael Rufino Félix que dedicó numerosos poemas a Santa Eulalia.

Fue Mérida por ella destino de peregrinación de toda la península y Europa hasta la invasión sarracena, momento en el que probablemente los cristianos que huían de Mérida decidieron proteger sus restos evitando que cayeran en las infieles manos del moro Muza, llevándolos hasta Asturias desde donde fue la abanderada de los ejércitos de la Reconquista y patrona de las Españas, siendo sustituida tiempo después por el apóstol Santiago.

Con este bagaje histórico, no es de extrañar que los lugares de advocación a la Santa Emeritense ya sea con el nombre de Eulalia u Olalla, sean numerosos por América, Europa y la Península Ibérica, y especialmente en Asturias, Extremadura, y también en Cataluña, con presencia en esta última por ejemplo en la segunda ciudad más poblada de la comunidad como es Hospitalet donde existe la ‘Iglesia de Santa Eulalia de Mérida’, o en la propia capital Barcelona donde la Santa ejerce de copatrona de la ciudad junto con la Mercé.

Y es ahí, con Santa Eulalia de Barcelona, donde existe una controversia mucho más antigua que la que tenemos tan de actualidad con el conflicto independentista, y con el que tiene algunos puntos en común. La disputa está en algo que se viene a llamar duplicación de personalidad hagiográfica, que no es otra cosa que la repetición sobre la historia de la vida y martirio de una santidad, en este caso Eulalia, en ciudades diferentes, donde son iguales, además del nombre, los hechos y tormentos de la Santa, en resumen que la barcelonesa es una copia de la emeritense. A la hora de resolver dudas, tan solo hay que considerar cuales son las referencias históricas más antiguas, siendo las de nuestra mártir del siglo IV, mientras que el primer testimonio escrito que se conoce del martirio de Eulalia de Barcelona es del siglo VII, tres siglos después de la emeritense.

La conclusión a favor de Santa Eulalia de Mérida es algo ya asumido, y por las evidencias no existe mucha discusión acerca del origen del culto, con lo que tampoco hay espacio para la polémica religiosa, pero sí para sacar algunas conclusiones acerca de cómo se escribe la historia en función de las circunstancias e intereses, tal y como pasa en la actualidad con la fractura independentista, donde se ignora una herencia cultural común de mucho mayor amplitud en favor de intereses nacionalistas que pretenden manipular la realidad histórica haciéndola mucho más pequeña.

La historia de Santa Eulalia creo es un muy buen ejemplo de cómo la historia, la gran historia  común puede unir un territorio,  al contrario de esa historia pequeña del independentismo que se ha apoderado de los medios de comunicación y de las tertulias a pie de calle, y que ha generado un problema que va a necesitar algo más que la intervención divina para solucionarse, eso sí, cuando exista un momento de reflexión, que nadie limite ese problema a cuestiones económicas, y que se tengan en cuenta tanto la herencia histórica, la mucha sangre extremeña emigrada, así como la misma fe que originariamente compartimos.

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