Fran Medina Cruz


 En el extravagante mundo de las ferias de turismo, donde los destinos compiten por la atención de los viajeros como si fueran participantes en un reality show de citas, la importancia de estos eventos podría compararse con la elección de tu próximo crush de vacaciones. Sin embargo, detrás de los brillos y destellos, se encuentra una verdad incuestionable: ¡las ferias de turismo son el epicentro de la locura viajera, la cultura y el adorno político!

          Imagina un lugar donde los destinos turísticos son presentados con más fanfarria que una película de Hollywood. Ahí, en la Feria de Turismo de Madrid, Fitur,  cada rincón de España compite para ser la estrella principal. Desde las playas  de la Costa del sol, hasta las catedrales rodeadas de tascas repletas de productos varios y ricos con que saciar paladares viajeros, todos buscan su momento de gloria, como si estuvieran nominados al Oscar del turismo.

          Ahora, si las ferias de turismo están bien planificadas, se convierten en la meca de la información viajera. Expertos en destinos, guías turísticos y entusiastas del jet lag se reúnen para intercambiar conocimientos y secretos sobre cómo hacer que tus vacaciones sean inolvidables. Pero ¡alto ahí! Aquí es donde comienza la verdadera trama de este circo turístico. Si las ferias son conquistadas por personas que apenas saben distinguir entre un mapa y un menú de restaurante, nos encontramos ante el desastre turístico del siglo. ¡Imaginen un representante, casi siempre político, que confunde la Giralda de Sevilla con un árbol de Navidad gigante o que se olvida de toda una ciudad, una capital tan importante como antigua, que atesora mas de dos mil años de historia! ¿Creen que no es posible? Pues lo es.

          La verdadera magia de estas ferias radica en la conexión entre los viajeros y las culturas del mundo. Pero, ¿qué sucede cuando las ferias caen en manos de charlatanes que solo buscan llenar sus bolsillos y no tienen ni la más remota idea de lo que es una travesía auténtica? Pues, mi amigo, nos enfrentamos a un futuro turístico tan incierto como la dirección que toma un turista perdido en un laberinto sin señales. Es como si le confiáramos la receta de la paella a alguien que solo ha cocinado fideos instantáneos. La falta de profesionalidad y dedicación a la auténtica esencia del turismo convierte estas ferias en un escaparate de ilusiones vacías y promesas rotas.

          En conclusión, las ferias de turismo son el escaparate del mundo, donde los destinos compiten por el amor y la atención de los viajeros. Pero, cuidado, porque si caen en manos equivocadas, podríamos encontrarnos en una comedia de errores turísticos que haría que hasta el peor día de vacaciones parezca un paseo por el paraíso. ¡Así que, viajeros, mantengan sus ojos abiertos y sus maletas listas para la verdadera aventura! Porque Mérida existe.



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