Félix Pinero 

Periodista y Escritor (académico correspondiente de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes por Plasencia)


Manuel Núñez Chamorro (Plasencia, 10/03/1927; Mérida, 18/03/1998) dedicó su vida al transporte como profesión, a su familia por obligación y devoción, al mundo taurino por afición y a Mérida por querencia, desde que llegare a la ciudad con 11 años, de la que fue nombrado Hijo Adoptivo en 1998.

            Cuando llegó a la ciudad que sería su residencia hasta su fallecimiento, lo primero que le impresionó, en plena Guerra Civil, fue una mujer muerta tirada a las puertas del cementerio. Cada día hacía cuatro kilómetros para ir a la escuela, dos de ida y dos de vuelta, desde la huerta de su abuelo, en la carretera de Alange. Antes, a las 6:00 de la mañana, salía a repartir leche por las calles. A los 13 años deja la escuela y se puso a trabajar con su abuelo en la huerta. Allí permanece hasta los 21 años, en que se marcha a la mili.

            Al regreso, vive los años duros de la posguerra, en que la gente fallecía de hambre por la calle. Cuando moría una mula, la cargaban en un carro y la tiraban por la zona del puente de hierro, donde se tiraba todo, y detrás del carro se formaba una fila de gente en procesión, para repartirse la carne, tras abandonarla, declaraba en una entrevista a El Periódico Extremadura.[1]

            Contrajo matrimonio con su mujer el 10 de agosto de 1951, él con 23 y ella con 19 años, “Sus padres tenían una huerta junto a la de mi abuelo. Empezamos a salir cuando tenía 15 años y ella, 11.” Con su esposa, María Eulalia Domínguez Amores, tuvo tres hijos: Francisco, Pepe y Manuel.

            Su abuelo había vendido la huerta. Hizo un examen para policía y sacó el número 1. Tenía que entrar en la academia de Sevilla un mes después; pero, en el intervalo, adquirió un carro y un burro por 1.800 pesetas y se fue a la estación. El primer día ganó 60 pesetas. Cuando llegó la hora de ir a la academia, se quedó trabajando con su hermano. “Mérida había empezado a poder conmigo y me quedé trabajando con mi hermano.” A los ocho días de casarse, se le murió el burro y tuvo que comprar la peor mula del mercado, porque no tenía más dinero. Su primer camión fue un Chevrolet del 29, matrícula M-43044, en 1955, que le costó 35.000 pesetas. A la vuelta de Madrid, donde lo adquirió, se quedó sin gasolina en Miajadas; pero consiguió que le prestaran 25 duros: 20 para gasolina (a duro el litro) y cinco para comprar una lata de sardinas y pan, porque venían sin comer. En el 58 compra otro camión por 125.000 pesetas y, en 1961, cuando se abrió la Barreiros, se compró uno y luego otro y otro, hasta seis, y así fue sacando a su familia adelante, con trabajo y poco a poco.

            En 1988 comienza a tener problemas con la voz. Fumaba muchísimo y le detectan un cáncer de laringe. Tiene que dejar el trabajo y una de sus mayores aficiones: un programa de radio en la SER que se llamaba “Desde el Cerro de san Albín”; pero entonces se produce un cambio radical en su vida: Fernando Delgado y Juan Manuel Cañamero me llaman para escribir en El Periódico Extremadura. “Siempre fui un lector incansable de periódicos y de pronto me veo en uno. Esto me hizo revivir.”

            Recuperado de la operación, organiza la Asociación de Laringectomizados. “Quizá fueron los años más rentables de mi vida, sacando a la luz un colectivo desconocido y del que nadie se ocupaba. Esta tarea me hizo feliz y me enseñó a valorar a las personas.”

            Manuel Núñez fue también cronista taurino. “Vi la primera corrida de toros a los 6 años, cuando mi abuelo me llevó a Salamanca. Me impresionó tanto que nunca pude despegarme de ese mundo; sin embargo, me gusta más leer de toros que ir a verlos.”

            De su ciudad de residencia y de adopción, Mérida, afirma que “dio un gran salto con el Plan Badajoz, al convertirse en punto de referencia para todo. Luego vino una crisis industrial, que se solapó con el alza como ciudad administrativa. Si la gente de aquí mirase con perspectiva, vería que la ciudad es extraordinaria, porque tiene de todo y hay que valorarla en lo que es.”

            “Hombre bueno, de talante optimista y gran conversador. Tuvo una infancia marcada por la muerte de su madre y fue acogido por su abuelo, que nos sacó a mi hermano y a mí del arroyo. Su vida fue una entrega al trabajo. Cuando todo estaba encauzado (empresa, familia…) le llegó la enfermedad que le priva del trabajo y su afición por la radio con sus crónicas taurinas, Sin embargo, se levanta, recupera un ejemplar único para la historia de Mérida y lo dona a la ciudad. En la riada del 67 salva personas y enseres; se ofrece para traer con su camión las obras que Ávalos dona a la ciudad. Crea la asociación de laringectomizados, ayudándoles a superar sus cautelas.”

            El 27 de enero de 1998, Manuel Núñez, `el cronista de lo cotidiano´, como lo definiera el entonces director del Museo Nacional de Arte Romano (MNAR), José María Álvarez Martínez e Hijo Predilecto de la ciudad, recibió el título de Hijo Adoptivo de Mérida con el apoyo de todos los partidos políticos que reconocieron su trabajo y cariño por la ciudad. El alcalde, Pedro Acedo, dijo que no sabía de dónde sacaba fuerza para trabajar de forma infatigable. “Ya puedo morir tranquilo, porque este reconocimiento a mi labor me ha llenado tanto de ilusión que más no os puedo querer.” [2]

            Manuel Núñez falleció a los 71 años, apenas dos meses después de ser elegido Hijo Adoptivo de la ciudad. Su funeral tuvo lugar en la Basílica de Santa Eulalia y el entierro el día 19 de marzo de 1998.

            En El Periódico Extremadura realizó numerosos reportajes sobre Mérida, creando un estilo propio y rescatando del olvido la memoria colectiva de un pueblo, obtenida de su propia experiencia. Sus trabajos sobre la Semana Santa le valieron el reconocimiento de la Junta de Cofradías. Sus últimos artículos estuvieron dedicados a la cocina romana.

El cronista oficial de Mérida, José Luis Mosquera Müller, afirmó que “reflejó una parte de la historia de Mérida que nadie se atrevió: la intrahistoria”.[3]

            Dejó publicados dos libros: Plazas de toros de Mérida (Institución Cultural Pedro de Valencia, Badajoz (1982), y Mil y cien años de la fiesta taurina emeritense (Colección Pata Negra, Mérida, 1990). Asimismo, presentó numerosas comunicaciones sobre temas taurinos a los Coloquios Históricos de Trujillo, como la titulada “Entre la primera y la tercera, lógicamente la segunda plaza de toros de Mérida”. [4]

            Su hijo mayor, Paco Núñez, proyecta donar unos 800 libros y documentos sobre temas taurinos, entre ellos la fotocopia de los certificados de las muertes de Manolete y Lillo, además de carteles de feria y el libro Morfología del toro de lidia, con apuntes a lápiz de su padre.


[1] Vid.: Zambrano, Juan Carlos: Hay que mirar con perspectiva a Mérida para saber valorarla, en El Periódico Extremadura de 29/01/1998.

[2] Vid.: Vigario, David: Manuel Núñez entra por la puerta grande en la historia de Mérida, en El Periódico Extremadura, de 27/01/1998.

[3] Vid.: Peguero, César: Mérida despide a Manuel Núñez, en El Periódico Extremadura, de 20/03/1998.

[4] Vid.: Núñez Chamorro, Manuel: Entre la primera y la tercera, lógicamente la segunda plaza de toros de Mérida, en La Asociación Cultural Coloquios Históricos de Extremadura, 1981. (https://chdetrujillo.com/tag/manuel-nunez-chamorro/).

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