Álvaro Vázquez

Portavoz Municipal IU Mérida


No es una opinión, es un hecho. En los últimos años nuestra ciudad no se distingue por su limpieza. Mérida está sucia, pero no toda. La calle en la vive el gerente de FCC, empresa que gestiona el servicio de limpieza y recogida de basura, se barre todos los días. Eso es al menos lo que nos cuentan los empleados de la empresa. No vaya a ser que el olor y la suciedad ofenda a tan alta dignidad, y alguien se lleve la reprimenda.

Ante el estupor de propios y extraños, algunos niegan lo evidente. La portavoz del actual equipo de gobierno mantiene que la ciudad está limpia. Sí, eso es lo que ha dicho.  Lo sé porque lo hizo delante de mis narices, justo antes de quedarse tan pancha. Como siempre, hasta lo evidente es objeto de disputa, no vaya a ser que recaiga sobre nosotros el peso de la culpa.

Nosotros pensamos lo contario. Creemos que sí hay certezas que nos ayudaría a vislumbrar cual es el estado de la cuestión, y a eso vamos.

Primero, la culpa del actual estado de la ciudad recae principalmente sobre el anterior gobierno municipal. Eso es un hecho. Fue el Partido Popular el que redujo el precio del contrato en más de un 20%. Menos dinero, menos recursos, más suciedad. Esa es la ecuación.

Segundo, al contrario de lo que piensa el gobierno del PSOE, algunos creemos que la empresa incumple las condiciones del contrato, por supuesto en su provecho, sin que el gobierno municipal actúe con la contundencia que debería. Y para muestra un botón: el número de trabajadores que debería estar en la calle realizando las tareas de limpieza y demás, es sensiblemente inferior al que señalan los pliegos.

Tercero, la relevancia y el alto coste del servicio que gestiona FCC, le sitúa en una posición de fuerza ante un ayuntamiento que no tiene un mendrugo que llevarse a la boca. El resultado sólo puede ser uno: la empresa hace lo que le viene en gana y tú pagas los platos rotos, y los olores, por cierto.

Cuarto, la preeminencia de la empresa frente a los distintos gobiernos se explica en parte, por la disposición de cada uno ellos para utilizar las condiciones de gestión del servicio como moneda de cambio, de la que todo el mundo saca partido. Y nunca mejor dicho. Tanto el PSOE como el PP han aprovechado sus distintos turnos en el gobierno municipal para meter en la plantilla de la empresa a personas afines.

El PP debería explicar cuál es el motivo por el que la empresa no le pasó la factura al Ayuntamiento en los últimos siete meses de la legislatura anterior (a razón de 440.000 euros al mes) y cuales los fueron las razones por las que la misma empresa que nos tiene la ciudad hecha unos zorros, se esmeró más allá de su obligación justo antes de las anteriores elecciones. El PSOE debería dar cuenta del aluvión de amigüetes que entraron en la plantilla –sobre todo en el periodo 2007/2011- cuando mantienen entre sus manos el bastón de la alcaldía. Y claro está, los favores se pagan. Lo que ocurre es que el que lo paga eres tú.

Quinto, y terminamos. La privatización del servicio la sufren los vecinos, que conviven en una ciudad sucia, y –seguidamente- los trabajadores. Sus sueldos son una miseria, la carga de trabajo resulta excesiva; no se cubren las bajas (es decir, más trabajo), no se cubren las jubilaciones (más trabajo), no se cubren las vacaciones (más trabajo, otra vez), sus condiciones laborales no son las más envidiables, y además, el estilo del gerencia no parece que sea como para presumir. O eso se comenta. Para colmo de males, todo esto se produce en un  panorama en el que  ha calado hasta la los huesos el mensaje de la privatización de los servicios públicos; en el que cuesta horrores mostrar las ventajas de la gestión pública de nuestros propios recursos, y esto  mientras el Tribunal de Cuentas señala en sus informes de fiscalización que la gestión pública de estos servicios podría suponer un ahorro de hasta el 70% del coste del servicio. Ahí queda eso.  

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