Asociación Amigos de Mérida



El mes se ha vestido de morado, especialmente este octavo día del primer mes de la primavera. Ya es costumbre, como noviembre de (viernes) negro o diciembre de rojo cocacola. Por el contrario, parece extraño que la primera quincena de febrero se ha descolorado y cada vez parezca menos romántica. Puede que en estos tiempos al amor le cueste dejarse ver o pudiese ser que este año se haya disfrazado de unicornio o de fantasía carnavalera y haya pasado desapercibido.

Cada color evoca un sentimiento y este morado late con deseo de justicia. Destacamos en estos días la contribución de las mujeres, de cada mujer, (originalmente las trabajadoras, luego a todas ellas) a nuestro mundo, el personal, el artístico, el empresarial, el social, el político, el científico… y reclamamos igualdad en aquellos ámbitos en los que aún no la hubiera.

De todo punto es imposible conocer cuánto ha ocurrido antes de nosotros, hemos de conformarnos con lo que la historiografía y el registro arqueológico nos han legado. La Historia, escrita con mayúsculas, que desde tiempos antiguos nos ha llegado, la que se nos ha enseñado en la escuela, ha destacado el ámbito de la alta política, especialmente de la conquista de las naciones, de los grandes hechos que cambiaban el trono de los reyes o emperadores de turno, el relato de héroes de leyenda. Es solo en épocas recientes en las que nos preocupamos por recuperar el pasado de las personas que vivieron el día a día de cada momento histórico. Con verdadero interés muchos degustamos saber qué comían los ciudadanos del antiguo Imperio Romano o cómo vestían en la edad media; cómo superaban las enfermedades antes de descubrir la penicilina, qué cantaban los mayas o el modo de encontrar el amor en una aldea perdida de cien habitantes en la Noruega del siglo XV.

Así, gracias al trabajo de historiadores y arqueólogos, conocemos de la existencia de mujeres reales que fueron memorables empresarias, artistas, artesanas o prostitutas de la Emerita romana.

La asociación Amigos de Mérida, presentó hace dos años la propuesta de rescatar de la niebla de la historia a dos mujeres emeritenses que destacaron en sus oficios de actriz y tabernera. Ambas, Cornelia Nothis y Sentia Amarantis, lo hicieron en ámbitos que ya entonces estaban regidos mayoritariamente por varones; recordemos que, en el teatro clásico romano, los papeles de mujer eran representados por hombres.

La invitación a erigir una estatua en su honor no pretende más que simbolizar en estas dos mujeres a todas aquellas que contribuyeron a construir la intrahistoria de nuestra ciudad, de nuestra civilización, y que sobresalieron en la sociedad de su momento, mereciendo el honor de dejar escrito en piedra su nombre y profesión para que siglos después, rememoremos la importancia que entonces, como ahora, como siempre ha sido, la mujer ha tenido en la construcción de la sociedad occidental de la que hoy formamos parte.



 

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