Fran Medina Cruz


Según decía Freya Stark, una mujer quizás feminista, de las de antes, las autenticas, enamorada de todo lo relacionado con oriente y luchadora inconformista por las labores humanitarias durante la I guerra mundial, la NAVIDAD no es un acontecimiento, sino una parte del hogar que uno lleva siempre en su corazón. Y no por celebrar esta fiesta que, aunque nació de una religión, ahora es más una tradición familiar y festiva, donde el sabor a bondad, caridad y amor por el prójimo se magnifica por mil, dándole un protagonismo notorio a los más pequeños, y es que todo esta envuelto en papel de regalo entorno a la felicidad del menor de la casa.

Pero en este siglo XXI, donde todo esta impregnado del discurso político, dando de lado a tradiciones propias de los pueblos y de sus ciudadanos, de costumbres heredadas de padres y abuelos a hijos y nietos, estos, los políticos se empeñan en cambiar su propio concepto, el sentir de la navidad, cuestionando esta fiesta y ofreciendo una alternativa para nada acorde con la manera y con la propia idiosincrasia de las gentes que desean su celebración.

Belenes repletos de personajes fuera de época, políticos y malhechores acompañan a los pastores y al niño Jesús, sillas vacías que no trasmiten nada más que confusión, canciones navideñas prohibidas en según que sitios, un sin fin de ridículas acciones excusadas por la irracional forma de pensar de que, lo que es nuestro, de toda la vida, molesta a nuestro invitado. No es así, no hay cosa que más enriquezca al peregrino, al recién llegado, que contagiarse de las costumbres del lugar al que arriba.

Señores que queréis o pretendéis gobernar con equidad y dignidad a su ciudadanía no den lecciones de moralidad, ni de igualdad a un pueblo evolucionado de los hechos de sus propios ciudadanos. La empatía por las costumbres que adornan su cultura debe ser preservada y protegida, pues es éste, el mismo pueblo, el que contemple con su conducta evolutiva si debe continuar o modificar su propia cultura. Al igual que una lengua no se puede modificar en base a leyes ni normas, pues es producto de la evolución de la comunicación de la propia sociedad que la acuna, las costumbres no se pueden modificar con prohibiciones ni contracultura. Y sobre todo, en estas fiestas piensen en lo niños.

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