Ramón Carbonell

Portavoz Municipal Mérida Participa (Podemos)


Nos encontramos ante la firma de un “Pacto de Estado contra la Violencia de Género”, lo que es una buena noticia para la sociedad. Es un paso adelante que todos los grupos políticos del Congreso de los Diputados se hayan sentado a trabajar y dialogar en torno a propuestas para acabar con esta lacra. Pero no podemos conformarnos con el principio y debemos ir más allá como sociedad. Si analizamos las primeras acciones llevadas a cabo, encontramos imprecisiones en las partidas presupuestarias destinadas a garantizar el cumplimiento de los acuerdos recogidos en el Pacto. No queda claro a qué se van a dedicar los fondos, ni las partidas de las que saldrán los mismos, siendo imprescindible arrojar luz sobre este punto. Porque sin claridad presupuestaria, la violencia machista no será cuestión de Estado.

Durante 2017 son 49 las mujeres asesinadas por violencia machista, cifra que vemos con impotencia como aumenta con el paso de los días y que se lleva vidas como la de Irina de 32 años, Encarnación o Ana Gilda, y por ellas, por las que no están, hay que mejorar este pacto, dotándolo de presupuestos reales y desglosados, con un enfoque integral, que atienda de la misma manera a todas las víctimas de violencias machistas y no sólo a las contempladas por la Ley de Violencia de Género (2004) y sin olvidar que está incompleto mientras no contemple un plan integral de educación, sensibilización y actuación.

España es firmante del Convenio de Estambul, en el cual se recoge la necesidad de sensibilizar a la sociedad y hacer un llamamiento especialmente a hombres y niños para que cambien su actitud y rompan con la cultura de tolerancia y negación que perpetúa la desigualdad de género. El convenio recoge todas las formas de violencia contra las mujeres: física, psicológica y sexual, incluyendo el acoso. Debemos aspirar a que este pacto recoja, trate por igual y con los mismos derechos a todas las víctimas de violencia de género, además de luchar hacia el horizonte una sociedad libre de violencias machistas, dotando para ello el pacto del necesario enfoque feminista, para que las mujeres puedan sentirse completamente libres.

Por eso, aún sintiendo gran orgullo del trabajo realizado, y sin olvidar el empuje realizado por el movimiento feminista, que son las verdaderas precursoras de lo que hoy hablamos, sacamos la conclusión que no es un Pacto de Estado, es un “Pacto de Mínimos” y queda mucho en lo que trabajar desde el ámbito político y como sociedad para acabar con las violencias machistas.

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