Rafael Angulo Sanchís

Periodista



En mi parroquia de San José a la hora del Ángelus, las 12, las campanas suenan y emiten la sintonía de Fátima, esa de “El 13 de mayo la Virgen María bajo de los cielos a Cova de Iria, Ave, Ave, Ave María”. A mí me encanta esa dulce melodía que me recuerda la hora que es y qué profundo significado tiene para mi Fe. Ojalá el repicar de campanas siga sonando y los campanarios y su música gozosa nos convoque a celebración.

También en mi barriada cuando es un entierro, gracias a Dios los funerales son en una Iglesia (¡que inocuos son en el tanatorio!), no repican sino que doblan las campanas con un sonido singular, “tocan a muerto”. Esa es la diferencia entre repicar o doblar, el doblar es tono funerario que nos transmite que “algo se muere en el alma cuando un amigo se va”. Y quien dice amigo dice cercano.

No sé cuál era la intención del poeta inglés John Donne cuando sobre 1600 compuso en tono metafísico “Las campanas doblan por ti”. Dice así:
¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.

Ahora mismo me pregunto no por quién doblan, sino por quien no doblan las campanas, por esos miles, millones de seres humanos que son asesinados mediante ese diabólico método conocido como aborto. Y alguien me dirá que soy católico y que a favor de la vida estamos por motivos religiosos, pretendiendo imponer nuestras creencias al resto. Mentira. A favor de la vida se está por un sistema de creencias que llamamos ciencia.

Se es ateo, agnóstico, humanista secular y se defiende la vida. No matarás es de sentido común, de ley natural. Uno no necesita creer en Dios para oponerse a que se le quite intencionalmente la vida a un ser humano. Puede que no estén de acuerdo conmigo en otras cuestiones, pero coincidiremos en una cosa: la convicción de que la vida humana se tiene que proteger en todas sus etapas.

El destruir humanos no es una convicción religiosa. Son los poderosos medios proaborto quienes quieren hacer que el debate sea religioso, porque la biología no apoya su postura. La biología es clara con que la vida humana comienza con la fecundación. Si el debate del aborto fuera esencialmente religioso, entonces la discusión se eliminaría de los medios de comunicación, de la escena social. Así, los activistas abortistas se ahorrarían preguntas incómodas que sí le convienen a este debate, como la del comienzo de la vida o la de los límites de la libertad ante los derechos humanos de terceros. Así, al final sí sabríamos por quién doblan las campanas.



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