Fran Medina Cruz


         Durante la Edad Media en España había una división social muy marcada y esto provocaba que las clases sociales inferiores tuvieran que rendir pleitesía a las superiores. En este sentido, son varios los conceptos que hacen referencia a la sumisión de unos con respecto a otros: vasallaje, siervo, plebeyo y otros. Así, el vasallo tenía que rendir pleitesía al señor y lo mismo sucedía al señor con respecto al noble y al noble en relación con el soberano. De alguna manera, la inmensa mayoría de la población tenía que rendir pleitesía a alguien y no se trataba de una fórmula de cortesía sino que expresaba una actitud servil, obediente y dócil. Y el no cumplir con la palabra dada concurría en deshonra y por ende con el desprecio de toda la sociedad.

         En la actualidad la cosa no ha cambiado mucho, siguen establecidos las mismas divisiones sociales, si bien los conceptos se adornaron con la llamada Democracia. Reyes siguen existiendo, pero un nuevo concepto de poder nació de un modelo moderno de gobierno, el político y sus ideologías (que a su vez rinde pleitesía al poder económico tradicional). El concepto de pleitesía viene dada por el poder de convicción de estos mismos ante la sociedad. En el cual se fijan parámetros ideológicos, nacionalistas, incluso de organización. Aquí, el ciudadano vasallo, acoge en su seno como propios conceptos que son adquiridos por dominación mediática, educación modelada o, costumbres transmitidas. Y en masa comunal, y sobre razones unicamente emocionales, estos mismos vasallos rinden pleitesía a sus gobernantes hasta el punto de perdonar y olvidar abusos, tanto sean dinerarios como de  poder. Y su causa personal y política pasa a ser causa general, con los mimbres que sirven las  ideologías, los credos, o el trozo de tierra de un gobernante.

         Si de democracia hablamos y de pleitesía concebimos la idea de servir y honrar, nada más lógico que el sirviente o vasallo pase a ser el señor, y el político quede relegado al papel de plebeyo, pues por definición en democracia el poder reside en el pueblo, y es este el que contrata por medio de sufragio universal a sus representantes, a sueldo de la comunidad que los puso allí. La honra queda garantizada hasta que se compruebe lo contrario, siendo expulsado de por vida de participar en la vida política. Y el ciudadano sea el juez que racionalmente dictamine el modelo de conducta sobre sus vienes y sus libertades.

        

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