Mayte Palma


Muerte no anunciada

La tarde suena a muerte desde la torre de la iglesia. Doblan las campanas en una letanía triste, como lágrimas cayendo en un blanco pañuelo de lienzo perfumado. Mientras, desde el cielo azul, el sol acuchilla las callejas estrechas y los balcones aun cerrados con sus almas dentro. El silencio recorre cada rincón del pueblo adornado de macetas floridas, las fuentes de agua fresca y agradecida en chorros interminables, los árboles en verdor perenne, los coches, las puertas de las casas , los tejados desiguales donde reposan los pájaros la siesta…La tarde se estremece ante la pérdida y despliega la alargada sombra de la muerte hasta los rostros de los vecinos que conocen al finado, esos que lo vieron crecer y ahora lamentan su muerte en padrenuestros y avemarías , al fin y al cabo, es un pueblo chico. Hoy es tarde de pérdida, de llantos, de velorio, de pañuelos de lienzo blancos…Una tarde de verano inconclusa, de mostrar lo sentido y de configurar, en la extrañeza de esta pérdida, la vida, esta que sigue su rumbo impasible…

 

Visión pictórica

Una falda de vuelo liviana, casi transparente, que al andar mecía en su vaivén como hojas blandas de amapolas. Una camisa blanca, abrochada hasta el punto dulce donde la redondez de sus pechos eran misterio y deseo, y aquellos zapatos de tacón que musicaban su andar y rompían, con gracia, el silencio de la tarde. Su cabello amarrado en una coleta descuidada como péndulo de un reloj que solo marcara las horas estivales llenas de luz, y su pequeño bolso rojo agarrado levemente en su pequeña mano, como si fuera a soltarlo y de repente ella pudiera  echar a volar como una cometa libre…y en aquel maravilloso goce de verla bajar por la calle empedrada cada tarde, yo, cuadriculaba en mi mente aquel dibujo en acuarelas…cerraba entonces mis ojos e intentaba imaginar su piel clara y fresca, perfumada de jazmines o violetas, su cintura a penas entre mis brazos como el que coge una copa entre sus dedos para brindar por la vida…y al mirar su rostro, encontrar también su boca deseosa de besos y aquella mirada…esa mirada que guardaba palabras sin ser dichas…¡Ay!, ¡cómo quisiera detener el tiempo y quedarme como una sombra pegado a su risueña estampa!

Dientes de león

“Amapolas…verde y amapolas” …me susurraba al oído mientras yo seguía mirando aquel cielo amenazante de tormenta, en un verano donde encontrar y perder se escribirían en la misma página…” amapolas…amarillo, verde y amapolas” …casi besaba las palabras mientras con su mano acariciaba mi pelo y con sus grandes ojos intentaba mirar dentro de mí. Tumbados allí, se oía a la gente a lo lejos con sus disertaciones mundanas mientras que su voz seguía en un monótono soniquete inventando, para mí, versos sin importancia, sin sentido, versos echados a volar como vuelan los dientes de dragón con una leve brisa…” agua verde, amapolas amarillas, sol azul…” Era triste contemplar su belleza a sabiendas de que el reloj no determinaría el final, solo el final de aquel largo verano…

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