Fran Medina Cruz
A medida que nos acercamos al final de este año, el panorama político nos deja un sabor agridulce. Ha sido un ciclo marcado, una vez más, por la mediocridad de algunos de nuestros actores políticos, por debates vacíos y por una gestión que parece más centrada en intereses personales que en el bienestar colectivo. Sin embargo, en medio de esta frustración, también hemos sido testigos de algo mucho más esperanzador: la capacidad del pueblo para cuidarse a sí mismo, para unirse cuando las instituciones y sus líderes fallan.
La lección que deja este año es clara. En los momentos más críticos, cuando el sistema tambalea, siempre hay personas dispuestas a actuar con responsabilidad, generosidad y solidaridad. Voluntarios, organizaciones civiles, profesionales que cumplen más allá de su deber, y ciudadanos que trabajan día a día con ética y compromiso son quienes realmente sostienen nuestra sociedad. A todos ellos, nuestro agradecimiento.
Este cierre de ciclo no puede ser simplemente un ejercicio de crítica. Debe ser también un llamado a la reflexión para nuestra clase política. Los ciudadanos merecen una política diferente: más seria, más responsable, más ética. Una política alejada de los chanchullos, las promesas vacías y los intereses ocultos. Los retos que enfrentamos como sociedad son enormes y no pueden resolverse desde la improvisación ni el egoísmo.
El año que viene tiene que ser el punto de inflexión. Un momento para que quienes nos representan comprendan que el cargo público no es un privilegio, sino una enorme responsabilidad. Que la confianza de la ciudadanía no es un cheque en blanco, sino una apuesta que puede retirarse si no se honra con hechos, transparencia y resultados.
En este momento de balances, hacemos un llamado a la esperanza. Porque, aunque nuestras instituciones a menudo fallan, la capacidad del pueblo para organizarse, para construir redes de apoyo y para exigir cambios reales demuestra que un futuro mejor es posible.
Que el próximo año traiga consigo políticos más conscientes de su papel, menos interesados en el ruido mediático y más comprometidos con el trabajo real. Y que sigamos siendo una sociedad vigilante, crítica, pero también solidaria, dispuesta a construir el cambio que necesitamos.
Que el año nuevo sea el inicio de una nueva política. Que éste cierre sea, por fin, el adiós definitivo a la mediocridad