Fran Medina Cruz


         Ciertamente todos estamos notando los efectos de eso que, desde los Estados están denominando “nueva normalidad”, adquiriendo nuevas costumbres como propias a ésta fase tras el Covid-19. Normalidades de llevar un tapa boca, muchas veces nada efectivo y perjudicial, normalidades como aumentar distancia social en cines, teatros, escuelas, bibliotecas, etc. Esas mismas normalidades que no parecen ser necesarias en bares y espacios de ocio nocturno, calles, tiendas, y hasta en platós de televisión y en los espacios del Congreso. Normalidades para anunciar el abandono de la moneda papel controlando así todo movimiento dinerario, el control de todos tus viajes y movimientos, de tu estado de normalidad saludable, control de tus datos y publicaciones en redes sociales, control, control, y más control, para que nada ni nadie se escape de ser controlado.

         Volviendo al titulo de este articulo, la distopía plantea un mundo donde las contradicciones de los discursos ideológicos son llevadas a sus consecuencias más extremas. En este sentido, la distopía explora nuestra realidad actual con la intención de anticipar, cómo ciertos métodos de conducción de la sociedad podrían derivar en sistemas injustos y crueles. Una nación donde se ejerza un riguroso control estatal para garantizar una sociedad organizada, feliz y conforme, podría derivar en un régimen totalitario, que reprime al individuo y cercena sus libertades en función de un supuesto bienestar general. Por lo que el exceso distópico no es consecuentemente un estado feliz en un mundo nuevo.

         Y si a todo este caldo que está dejando el covid-19, se le suma un argumentario primitivo de racismo populoso, feminismo irracional, victimismo histórico izquierdista, idealismo acomplejado, etc., volveremos a revivir aquello de la antigua Roma, cuando el Cesar de turno, para apaciguar y distraer a una población descontenta, desviaba su atención sobre gestiones gubernamentales fracasadas y casos corruptos, proveyendo de pan y circo a sus sodomizados ciudadanos, acallando así voces discordantes y anulando toda posibilidad de rebelión. Y estaremos todos contentos. Y al igual que Orwell escribió en su obra 1984, un nuevo modelo llevará a una vieja sociedad a vivir en el cuento gris del cual siempre huyó,  y la libertad solo será un sueño erótico, casi pornográfico.

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