Cristina Martín Sánchez

Concejala del grupo Municipal de  Ciudadanos en el Ayuntamiento de Mérida


Dicen que todos tenemos una edad ‘’estrella’’ en la cual vivimos el mejor o los mejores veranos de nuestra vida. Un verano en el que pasamos de jugar a los cromos de fútbol o a las Barbies a desear estar con amigos, y entrando en casa lo menos posible.

Los amigos, las canciones que te acompañarán toda la vida, los primeros amaneceres sin dormir, ese montón de cosas prohibidas y nuevas, los besos que todavía no sabes dar, y en general todos esos momentos inolvidables a los que volverás 20 , 30 o 40 años después.

En el mejor verano de tu vida sellas con fuego una lealtad inquebrantable que tiene que ver con un lugar y con unas personas. Un lugar que no hace falta que sea especialmente bonito. Ni que tenga playa. Ni grandes discotecas. Ni turistas. Pero es tuyo. No hay ningún sitio como este para recorrer el mundo entero sin moverte.

Ese mejor verano de tu vida es en la adolescencia de los 15. Y en los 16. Y en los 17. Y si apuras, también en los 18. Luego vas creciendo y el siguiente mejor verano de tu vida te das cuenta de que has visto a tu familia cinco horas en los últimos diez días. De que ya no te tratan como a una niña o un niño. Y que querer hacerse mayor antes de tiempo, quizás no es tan bueno como lo pintan.

Con el tiempo descubres que la felicidad era aquel helado en la piscina municipal y aquellas primeras llaves de casa de la abuela que te dan desconfiados. Esos ratos frente al espejo observando tus cambios, que en esos años solemos ver como defectos, y esa fiel escudera bicicleta que va contigo al fin del mundo. El «déjame media hora más, porque a no sé quién le dejan » y el «María le gusta Javi».

Ahora, estás en una etapa distinta de la vida. Acabas aquellos estudios que tanto detestabas, y acto conseguido esperan de ti que compres una casa, consigas un buen trabajo, te cases y des nietos a tus padres, lo antes posible. Agotador.

Hoy, puedo decir que he estado en lugares increíbles, he conocido a gente increíble y memorable, quiero y me siento querida, estoy viendo a mi familia y amigos sanos y radiantes y eso me hace feliz.

Y sin embargo cuando llega septiembre, pienso que (viaje a donde viaje, y me gaste el dinero que me gaste ) ya no volverá jamás a ser uno de esos mejores veranos de mi vida.

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