Rafael Angulo Sanchís

Periodista


Siempre he sido muy fan de Gennaro Gattuso. A él y a Raimond Poulidor les tengo puesto un altarcito (laico, claro) entre mis ídolos deportivos, qué sé yo, junto a Saturnino Arrúa, Mario Alberto Kempes, el Piojo López o nuestro Sinval. A Gennaro le han hecho entrenador del Milan (nadie dice Milán como las gomas de borrar) y, de esta forma, el que fuera notable centrocampista “rossonero” vuelve al lugar donde forjó historia para quienes somos azzurri (estos días lamentablemente de luto). Gattuso encarna el ideal de persona sencilla que triunfa en el fútbol (que es algo más que la vida) a base del esfuerzo personal, supliendo la falta de talento con pasión, trabajo y entrega. Además, siempre se respetó a sí mismo y a los demás (hecho excepcional en el balompié). Era un jugador sacrificado, uno de los mejores recuperadores (de balones) que he conocido y que, viniendo de procedencia humilde, su acicate era ayudar a su familia calabresa.

Por eso, cuando el Glasgow Rangers lo fichó por cuatro años y 1 millón de euros (250.000 por temporada), su padre le dijo que se fuera. Gattuso tenía diecisiete años. “Me fui para no hacerle un feo a mis padres. No hubiese sido correcto rechazar ese contrato, cuando mi padre ganaba quinientos euros al mes reparando lanchas de pesca”. Su llegada a Escocia fue dura. Sin sol, sin la mamma y sin hablar inglés. “Todas las noches cenaba con unos obreros italianos en una pizzería que se convirtió en mi casa”. Al final, claro, se casó con la hija del dueño. Después cuando llegó al Milán de Baressi, Maldini, Albertini, Costacurta, Pirlo etc. se preguntaba modestamente: “Qué coño hago yo aquí”.

Pero es que a Gattuso, como a Poulidor, no se le tenía en cuenta su brillante trayectoria (Campeón del Mundo, tres veces campeón de Europa) porque los laureles los lucían otros: “Solo tengo constancia y ganas de aprender. El único talento que Dios me dio fue no rendirme jamás. Por eso, a veces me miro los pies y digo: ¡Malditos, nunca me dais alegrías!”.

A Gennaro los amigos le llamamos Rino (de rinoceronte). Él lo asume. “Algunos nacen pianistas y otros cargamos el piano. Así es la vida”. Gennaro sabía adónde iba porque no olvidaba de dónde venía. “Si naces en Calabria, sueñas con Roma, pero cuando naces en Roma no sueñas con nada”.

Las primeras temporadas en el Milán no ganaron nada. “Pensé que era gafe, pero seguí esforzándome. Como un animal”. Para Ancellotti, entonces su entrenador, la clave estaba en Gattuso. “Si Pirlo la perdía, estaba Gattuso. Si Kaká se liaba, llegaba Gattuso. Si el árbitro se equivocaba, le gritaba Gattuso. Era el alma del equipo, la prueba de que en el fútbol, como en la vida, es posible aprender, progresar y ser feliz”. Gennaro lo niega: «Yo ya era feliz cuando jugaba al fútbol en la playa y vendía pescado en el muelle, cuando iba a los entrenamientos en Vespa. Lo único diferente en mi vida es la cuenta corriente. No merezco tanto dinero”. No hace falta que les diga que, desde este sábado, no pienso perderme ningún partido de Gattuso.

About Mérida Digital

Toda la información relacionada con Mérida y su Comarca

View all posts by Mérida Digital

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.