Luis Manuel Sánchez González.

Arqueólogo y Antropólogo Social y Cultural


“¿Y tu trabajo para qué sirve?”, “¿vais a parar la obra y perjudicar a todo un pueblo por cuatro piedras?”, “¿lo que halláis lo vendéis?”, “¿por hacer eso os pagan?”, “yo, como encuentre algo, lo destrozo rápidamente y lo entierro para que no me perjudique”, “pues yo, con mi detector de metales puedo ir a cualquier sitio, y lo que encuentre para mí”, “¿de verdad crees que eso es un hacha prehistórica?, si eso es sólo una piedra rota”, “pues yo he encontrado muchas veces tiestos de esos y los he roto sin hacerles caso”, etc. etc. etc.

Esas son algunas de las preguntas y expresiones con las que diariamente nos encontramos los arqueólogos que realizamos seguimientos de obras, o algún trabajo relacionado con la obra civil, y los movimientos de tierras que llevan aparejados.  Y todo ello no es más que una muestra del desconocimiento que la población en su mayoría tiene del mundo de la Arqueología en general, y de la relación que esta profesión tienen con la obra civil en particular.

Nuestra presencia en los movimientos de tierras que se realizan en cualquier obra, aparte de cumplir la legislación vigente sobre patrimonio, no tiene más sentido que el defender y proteger unos restos, ya sean arqueológicos o etnográficos, que representan las formas de vida que, en ese lugar, en el que tú desarrollas tu vida actualmente, ellos vivían. Son una riqueza que nos pertenece a todos, y que nos ayuda a aumentar nuestro conocimiento sobre esos periodos históricos, además de nuestra cultura.

“¿Se va a anular el proyecto de esa obra porque aparezcan unos restos arqueológicos y VAIS a mandar a toda la gente a la calle?” Esta es la pregunta “del millón” que siempre nos hacen, y que, desgraciadamente, parece que es lo que más preocupa a la inmensa mayoría de la gente. Pues no, con casi toda probabilidad, si aparece algún resto de naturaleza arqueológica, a lo que más se llegará es a realizar una excavación arqueológica, estudiarlo, documentarlo, y, una vez entregados los correspondientes informes, desmontarlo para seguir con la obra en cuestión. Como mucho, la obra en cuestión se paralizará en ese lugar, pero seguirá en otro, no perjudicando a nadie. Todo lo contrario, seguramente se contratará a más gente.   

Unido a esto están lo “cuñaos arqueológicos”. Estos son un tipo de “seres mágicos” que, sin ningún tipo de formación, saben más que los arqueólogos que se han formado académicamente y laboralmente durante años. Y lo que es peor, no sólo es que nos lleven la contraria en público, sino que además intentan ridiculizarnos. Algo que sinceramente me da pena, y que, con cierta educación, intentamos ignorar.

En mi opinión, creo que sería muy importante aumentar el conocimiento que, sobre nuestra profesión, tiene la población en general. Esto nos permitiría que la gente tuviese mejor concepto de nosotros, y que además nos ayudasen en nuestro trabajo diario. 

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