Rafael Angulo

Periodista

Hay un rincón, en mi pueblo, que no se lo cambio a nadie, a mitad de la calle Concepción, en el aire, en el aire…y cuando paseaba por Mérida, o iba de un sitio a otro, antes de las prótesis, el trombo y el marcapasos (vaya colección de tontunas) procuraba desviarme y quieto frente a la puerta de las “Encerradas” levantaba los ojos y le decía “Bendita sea tu Madre, Niño Gordito” porque, saltaba a la vista, la imagen de la Virgen con el Niño Gordito en brazos inspira devoción y ternura, por lo sano y lo fecundo, por lo sonrosado y lo entrañable, quizás sea que me recuerda de mis hijos a Currino que estaba para comérselo cuando tenía esa edad, quizás sea que necesito asideros y me agarro a lo alto para no descontrolarme pero, en más de una ocasión me acerque al Niño Gordito para contarle que sí, que puedo caer y lo he hecho, pero nunca hundirme porque allí está Él para ayudarme y, que ya veréis como lo nuestro, con parecer grave, al final, no vale nada y que salvado el amor, los demás son palabras, palabras nada más, palabras.

No hace falta estar apurado, basta con pasear por la calle Concepción y aprender, en una espontánea lección, que esa felicidad a la que aspiramos no es una cosa rara, que consiste en reírnos mucho y habitualmente, sobre todo, de nosotros mismos, “en ganarse el respeto de las personas inteligentes, el aprecio de los niños, empezando por el Gordito, en merecer el elogio de los adversarios, en ser tolerante con las traiciones de los falsos amigos, en saber apreciar la belleza y descubrir lo bueno en el prójimo, en dejar un mundo algo mejor, con un hijo, con ese dichoso árbol o, mejor, un rincón en un jardín, una planta en un huerto…en saber que una vida ha alentado más libremente gracias a la nuestra, eso es haber triunfado, emeritenses”.

Escribo ante la duda sobre qué pasará con el Niño Gordito cuando, por fin, terminen (más bien empiecen) las obras de la madre de todas las plazas que allí van a construir empalmando con la de la Morita (también llamada del Parador e incluso de la Constitución) dando lugar a un centro de Mérida espectacular con la Plaza de España. Bien mirado, quién ha comprado el edificio de la Telefónica para hacer un hotel ha tenido mucha vista. Solo pido un respeto para el Niño Gordito, símbolo de mi infancia y de aquellas Encerradas a quien tanto añoro. Solo pido que lo dejen como está (pero mas limpito) y que cuando de vuelta del Arco de Trajano suba por la calle Concepción levantando la mirada al aire, al aire… y, le diga a la Madre del Niño Gordito con la vieja canción, “Todo es más bonito cuando Tú estás a mi lado”.


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