Asociación Amigos de Mérida
Asediados por una sucesión extenuante de olas de calor ha transcurrido agosto. La canícula nos invadía y solo apetecía refrescarse. Los días de playa o viajes al fresco norte se alternaban con cañas de cerveza o refrescos para los que quedaron en la capital del Teatro Clásico del verano. En esos días, la información también refresca, el mundo de la política nos da un descanso y nada más trascendente que la última medalla en las Olimpiadas de París podía atrapar la atención del ciudadano estival.
Camuflada entre el rojo de las altas temperaturas, los estragos de algún insecto foráneo y las preocupantes noticias de la última oleada de inmigrantes, los periódicos regionales reportaron los avances de varias iniciativas privadas para asentar una nueva universidad en suelo extremeño.
Hace solo dos años, se anunciaba que tres universidades, españolas y extranjeras, tenían intención de asentarse en la región e iniciaban los trámites para ello. En el presente verano, Uninde vendía su propuesta de implantación de diferentes grados en varias ramas del conocimiento con la vista puesta en el siguiente curso escolar.
Cabe discutir sobre la necesidad o conveniencia de nuevas universidades en la región considerando siempre que la competencia anima la eficiencia y que tenemos un grave problema de flujo de jóvenes universitarios con una doble vertiente. Por un lado, son muchos los jóvenes extremeños los que, por carencia de oferta atractiva o de oportunidades, salen de nuestra región a realizar los estudios universitarios. Desafortunadamente, muchos de ellos no vuelven al encontrar más oportunidades laborales fuera de Extremadura; como muestran los datos de las tasas de población con nivel de estudios universitarios. Por otra parte, son pocos los jóvenes de fuera de la región o del país que muestran su preferencia por nuestra región para cursar una carrera universitaria.
En todo caso, no es esta la cuestión de este artículo.
Veinte años atrás, fue Mérida la ciudad extremeña elegida para el posible asentamiento de la que sería, por aquel entonces, la primera universidad privada extremeña. Aquel proyecto murió enfrentado a un bisoño muro ultraproteccionista de la universidad pública regional. Ahora, los diferentes proyectos que pretenden establecerse en nuestra tierra han optado por las capitales de provincia, obviando la capital regional. No dudo de la capacidad de cada empresa para elegir la mejor ubicación para su negocio. Sí creo conveniente que los emeritenses nos cuestionemos qué ha ocurrido en estas dos décadas para que nuestra ciudad haya perdido atractivo como lugar posible para el asentamiento de una nueva universidad.
Mientras tanto, aquí seguiremos, disfrutando de la magnífica oferta cultural de nuestra ciudad y acudiendo a las estaciones de autobús y ferrocarril a despedir a nuestros jóvenes universitarios en septiembre.