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Carmelo Arribas Pérez
Antonio Hidalgo, se tomó el enorme trabajo de resumir las actas Capitulares, y las publicó en el 2012, con un subtítulo que realmente describe lo reflejado en ellas: “ Vicisitudes y vida cotidiana de la ciudad, contada a través de sus Actas Capitulares”, y es que realmente es una especie de Diario urbano, en el que se muestra el día a día de la ciudad de Mérida, sus dramas y sus triunfos, que realmente son al fin y al cabo, las tragedias y las alegrías de los ciudadanos que la habitan. No hubiera sospechado todo lo que se reflejaba en él, de no haber sido por José Antonio Peñafiel, del Archivo, que me lo indicó.
Y empieza este libro/resumen, un 5 de junio de 1503, con la amenaza de multar con 600 maravedíes a la botica, si vende medicinas falsas. Pero una de las recomendaciones que se repetirán con frecuencia es la de que “no anden puercos por la calle”, pero aunque la multa era de 4 maravedíes por cada uno, no debían de hacerle mucho caso a estas amenazas, porque esta recomendación es bastante repetida. Y cuando tras estas recomendaciones, se pide a los vecinos que barran las calles, esto nos da idea de cómo estaban. Pero lo que nos muestra realmente la pobreza existente, son las normativas para favorecer a los mendigos de la ciudad. Así el 8 de mayo de 1506, se faculta a los mendigos de la ciudad “para ejercer la mendicidad, los forasteros, no”.
Pero ni aun así esto es suficiente, y la pobreza a pesar del tiempo, no ha bajado, ya que en 1553 “ se autoriza a los pobres de la ciudad a pescar y vender el pescado para que no pasen tanta hambre”. La cosa no ha mejorado y al año siguiente, como “la carne está muy cara . Se autoriza a los pobres que sigan pescando sus peces, para comer”. Algo que a pesar del tiempo no acaba de solucionarse porque “ en la ciudad hay muchos pobres vagando, que piden limosna por las calles”.
Quizás una de las cosas que llama la atención, es “ el suministro de nieve para combatir las muchas enfermedades”. En aquella época, en bastantes pueblos, existían “neveros”, lugares en los que se acumulaba la nieve, traída, en el caso de Mérida, posiblemente, de Candelario o de Guadalupe, para conservar medicinas o productos que se podrían estropear con el calor. El nevero de Mérida, lo podemos ver en los restos romanos reaprovechados, que hay en la calle Reyes Huertas.
A través de todas estas noticias, podemos saber, cómo se desarrollaba la vida ciudadana, como la existencia de moriscos, que quizás estaban marginados, porque en 1597, se realiza un nombramiento de un“ defensor de los moriscos”.
La ausencia de librero en la ciudad, porque no hay nadie que venda libros, el alistamiento de soldados para la guerra de Portugal, los cierres de las puertas de la ciudad, ante la Epidemia de peste, y sobre todo una petición que se repetirá con frecuencia, la de combatir a los lobos y zorros, por los ataques, sobre todo a los ganados, son anotaciones de lo que ocurre en la ciudad. Pero ya en el s. XVII, se aprecia una mejoría urbana, e incluso la limpieza y el orden debe ser mayor, porque se dice que: en caso de “Suciedad en las calles, las tres personas más cerca de la suciedad, pagarán la multa”. Lo que haría que impidieran que se ensuciara o que ellos la limpiarían. Ya había 15 tabernas, e incluso se llega hasta a comprar “un manto a la Mártir” pero no cualquiera, “ el mejor que se encuentre”. El s. XVIII, comenzará mal, una tremenda sequía, hace que los panaderos pidan mezclar “ higos con harina para hacer pan”. A esta escasez, se unen varias plagas, como las de la langosta y los gorriones, tanto, que se pide que todo vecino tendrá que matar al menos seis gorriones y entregarlos al Ayuntamiento, y supongo que tomarían nota para saber quién no lo había hecho, para exigírselo. A todas estas desgracias, se añade la Guerra con Portugal, y la Guerra de Sucesión, pero algo cambiaría, porque tras la batalla de Almansa, la primera importante que ganarían los partidarios del que sería Felipe V, se celebraron corridas de toros y fiestas. Pero lo que sería terrible para la ciudad, fue la Guerra de la Independencia. Los franceses arrasaron todo, y se anota que: en 1809 “la ciudad estaba en la ruina”. En 1810: “ Las calles están llenas de inmundicias, estiércol y animales muertos” Algo que no ha cambiado en el 1812, “Miseria general en Mérida”, llegando a comer orujo. “Mucha gente muere”. “La población de Mérida es de 500 vecinos, debido a la guerra y la miseria.” La lista de calamidades que va acumulándose, es larga. Y hay datos curiosos, como que el del maestro Sebastián Pérez, que es denunciado, por castigar a los niños “dándoles azotes y obligarlos a que le compren a él, los lápices, plumas, papel y tinta”. Pero poco a poco se va recuperando. Y en 1851, se autoriza la extracción de piedra romana para usos privados. Se reparan en 1863 los techos hundidos de Santa Eulalia, y se coloca en 1872 un reloj sobre el depósito de agua del final de la calle de Santa Eulalia. En el 1883 se pondrá otro en el Ayuntamiento. En el 1884 se pondrá la Fuente de Plaza, y el 20 de junio de ese año, a la ciudad le conceden el título de “Excelentísima”. Cosas y cosas, llamativas, como que en noviembre de 1902, se solicite al Ayuntamiento, por parte del ferrocarril la demolición de dos pilares de los Milagros, o que en febrero de 1910, se comience a dar nombres a las calles.
Y muchas cosas más, porque una ciudad tiene vida propia, cargada de momentos, gloriosos y tristes. En la actualidad, somos nosotros los protagonistas, y que sea mejor que en los siglos y años anteriores, es ya, cosa nuestra.
Carmelo Arribas Pérez.