Fran Medina Cruz
La ciudad de Mérida, capital de la comunidad autónoma extremeña, debería ser un epicentro de oportunidades laborales, desarrollo cultural y atractivo turístico. Sin embargo, al recorrer sus calles, la cual después de algunos años lejos de ella tuve la oportunidad de regresar, y pasar unos días, uno se encuentra con una realidad que parece contradecir las expectativas y aspiraciones de una capital. Frente a un desempleo que supera el 15%, la pregunta es inevitable: ¿de qué presume usted, señor alcalde?
El hecho de que Mérida ostente una tasa de paro tan elevada es una problemática que no puede ni debe ser ignorada. Para una ciudad que, en teoría, debería aprovechar su posición administrativa, contar con un sector de empleo público importante y beneficiarse de su estatus de capital autonómica, el alto índice de desempleo es alarmante. Los recursos están, pero parece faltar la voluntad o la capacidad para generar una dinámica económica que permita a los ciudadanos acceder a trabajos dignos. ¿Dónde están las políticas de fomento del empleo local, de atracción de empresas y de apoyo a los emprendedores que deberían impulsar Mérida hacia una mayor prosperidad?
Pasear por el centro de Mérida revela un escenario desalentador: inmuebles en venta o alquiler en cada esquina, calles emblemáticas como la de Santa Eulalia que muestran una evidente falta de mantenimiento y una política de conservación deficiente. La belleza de la arquitectura histórica, que debería ser un atractivo turístico y una fuente de orgullo para los residentes, se ve ensombrecida por fachadas descuidadas y un entorno urbano deslucido. Un plan de ayuda a la rehabilitación de edificios históricos no solo mejoraría la imagen de la ciudad, sino que podría ser un motor económico para los sectores de la construcción y el turismo.
Otra de las sombras que oscurecen la gestión municipal es la creciente inseguridad. El aumento de la criminalidad, sumado a la falta de medidas visibles para contrarrestarlo, crea un ambiente en el que los ciudadanos no se sienten seguros. Mérida debería ser un lugar donde sus habitantes puedan vivir tranquilos, y donde la seguridad no sea una preocupación constante. Sin embargo, el índice de delincuencia parece ir en aumento, sin que se vea una respuesta contundente por parte del ayuntamiento.
Quizás uno de los sentimientos más desalentadores es el de ver que Mérida no avanza, que la ciudad parece estancada en el tiempo, envejeciendo sin renovación. Calles grises, con pavimentos que carecen de un criterio estético, contribuyen a una sensación acromática y de desgano. Como capital de una comunidad autónoma, Mérida debería ser una ciudad viva, dinámica y en constante mejora, no un espacio que parece haber perdido la vitalidad y la renovación necesarias para ser un referente en Extremadura.
La situación actual de Mérida pide a gritos una gestión que esté a la altura de su historia, su cultura y su importancia. Es momento de que la ciudad reciba la atención y los recursos necesarios para que su gente pueda prosperar, para que sus calles se llenen de vida y color, y para que sus habitantes se sientan seguros y orgullosos de su entorno. Señor alcalde, Mérida merece mucho más que promesas y discursos; merece una gestión que responda a las necesidades y aspiraciones de su gente. Es por esto, que no presuma y atienda a lo que Mérida merece.