Asociación Amigos de Mérida
Con el fin de octubre moría la promesa de la apertura de la Ciudad de la Infancia. Tras varios lustros de espera, en que los jaramagos han vivido tranquilos y gozosos en lo que una vez fue el acuartelamiento Hernán Cortés, la olvidada parcela renace con la vocación de servicio público. Desde la Asociación Amigos de Mérida, nos alegramos por el adecentamiento de un lugar tan céntrico, lugar de paso de nativos y foráneos, que ha ofrecido un lamentable aspecto durante demasiado tiempo. Además, nos congratulamos de la propuesta elegida, que no dista demasiado de la que hace más de cinco años hizo la Asociación.
Suponemos que la ciudadanía emeritense también se alegrará y congratulará de recuperar este espacio para la ciudad y respirará aliviada al cerrar una de las muchas obras que “adornan” nuestra ciudad.
Cerca de allí podemos apreciar una de las presencias más persistentes y, sin duda, protagonista, de este año jubilar eulaliense: las vallas que cercan la obra que edifica la nueva plaza de la basílica de Santa Eulalia. Comienza la remodelación, necesaria, de la entrada a la basílica tras las actividades inaugurales del año jubilar y con la esperanza de que no se alarguen más allá del invierno. Pocos suponían que se convertirían en decorado permanente de todo este año jubilar y foco intermitente de atascos en una de las vías más concurridas de la ciudad. Pronto terminará este año que el propio papa Francisco realzó con su presencia virtual durante la Semana Santa y esperemos que tanto los emeritenses como los peregrinos que se acerquen a visitar a la Mártir puedan disfrutar de un acceso digno a la sede que alberga el sepulcro de la niña mártir. Quedará en el recuerdo de los miles de peregrinos llegados de todos los rincones peninsulares la visión de un solar en obras para acceder a su destino final durante el Año Santo Eulaliense.
No hay progreso sin cambio. Las ciudades vivas evolucionan, sufren, se regeneran, cambian. Como las mariposas, necesitan encerrarse para renovar su existencia. Afortunadamente, la ciudad puede permitirse una inversión en urbanismo que mejorará fundamentalmente la zona centro y el acceso a la ciudad desde Cáceres. Con el tiempo los inconvenientes de esta transformación serán anécdotas que recordarán las mil vueltas que había que dar en el coche para llegar de la Plaza de Toros a la Plaza de España, la montaña de tierra y escombros que asomó varios años en la Plaza de la Constitución o la última remodelación de la Puerta de la Villa que permitía circundarla, pero nunca atravesarla.