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Carmelo Arribas Pérez




Hace ya unos cuantos años, viendo un cuadro de Ventura Salimbeni  de 1600, «La Glorificación de la Eucaristía» me llamó la atención  la imagen del mundo que está en el centro de la Trinidad, porque es idéntica a la del primer satélite ruso «El sputnik», lanzado en 1957, pareciendo que el autor había realizado un salto al futuro para copiarlo.

Y se me ocurrió pensar que quizás la estrella que siguieron los reyes magos podía ser hasta una nave espacial. Pero al buscar más datos, me encontré que no había sido el único  al que se le había ocurrido semejante cosa. Y es  que analizando los relatos  llegaron a la conclusión de que el comportamiento de la “estrella” que les llevó a Belén,  era más propia de un objeto volador que de  un elemento astronómico. Pero igual que Giotto, en su cuadro «La adoración de los magos» de 1304l convierte, a la estrella que les guió, en el cometa Halley que había aparecido sólo tres años antes. Ha habido muchos que han querido ver en cuadros, frescos y códices iluminados,  naves extraterrestres pintadas, que sólo serían el fruto de sus propias experiencias. Estos cuadros, bien conocidos por los aficionados a la pintura, crean dudas razonables y plantean retos a la búsqueda de algún simbolismo, que explique de dónde han salido las imágenes que el pintor ha plasmado en sus trabajos, en  siglos que van desde el XIII al XVII y que a simple vista nadie negaría que se trata de auténticas naves extraterrestres, con una iconografía semejante a la que habitualmente nos hemos acostumbrado a ver en documentales y películas, y a identificar como Ovnis.

Pero volvamos a la estrella de Belén. El  evangelista Mateo  nos cuenta: «Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarle. Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él.» (Mateo, 2. 1-3)

A la búsqueda de explicaciones racionales que expliquen  esta aparición en el firmamento, algunos consideran que se trató de la conjunción  de Marte, Júpiter y Saturno en la constelación de Piscis, y que se produjo el 6 de agosto del 6 a.C. Y corroboran  que esto pudo ser así, porque por esas fechas pudo haber nacido Jesús, ya que en ese  período se produjo el censo que se cita en el evangelio, y que fue el motivo por el que José y su mujer inician el viaje hacia Belén. Recordemos que el recuento realizado por Dionisio el Exiguo, para establecer el año Cero, con el que comenzaríamos a numerar los años, por encargo del Papa  Hormisdas (del 514 al 523), o de Juan I, fue erróneo. Pero no todos lo admiten, y tal como aparece en el relato del Exodo (Ex 13,21) en donde se relata  que una columna de fuego  marcaba el camino a los judíos en su paso por el desierto, piensan que esta  estrella era un objeto.

El famoso divulgador Juan José Benítez, ya publicó un libro en 1983, titulado «El Ovni de Belén» «Por simple eliminación -escribe Benítez -si la estrella de Belén existió, y estoy convencido de ello, solo pudo tratarse de un objeto brillante, capaz de guiar a una caravana a lo largo de mil trescientos kilómetros, y consecuentemente, tripulado inteligentemente. Lo que hoy muchos llaman ovni.» Da a entender, que estos astrólogos, u «hombres sabios,» que sería la traducción cada día más admitida de «magos», debieron admirarse de que un objeto luminoso, visible incluso de día, tuviera esas características y que además marcaba un camino determinado como indicando que debía ser seguido. La nave desapareció al llegar a Jerusalén, y tras la entrevista de los Magos con Herodes volvió nuevamente a aparecer, hasta llevarlos hasta la población de Belén, en la que ya debían haberse instalado adecuadamente José, María y el niño, pues el evangelista dice: «Y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.» (Mateo 2,11)

Hay que reconocer, que, sin embargo, hay imágenes misteriosas que se encuentran en muchos cuadros conocidos, de nuestros pintores más clásicos y que crean amplias dudas, sobre si realmente no han visto naves extraterrestres y las han plasmado en sus lienzos. Esto,  sin dejar aparte los dibujos que se encuentran en algunas cavernas, de figuras impensables de imaginar en la época en la que se realizaron, como en Tassili con cerca de 10.000 años y que representan personajes, que parece llevar unos trajes semejantes al que llevan ahora los astronautas en sus viajes espaciales, o muestran objetos que bien pueden ser platillos volantes como en la cueva del Pech Merle de 17.000 años en el que un personaje tiene ante sí, unos discos colgados en el aire, que mira extrañado o podríamos  seguir, con «la figura de Kiev»  de unos 4.000 años, una figura metálica con un casco que le cubre toda la cabeza, como si fuera una escafandra de astronauta.

Y es que hay imágenes curiosas, que podrían representar naves espaciales, como en un Fresco, de 1350 de un Monasterio en Kosovo (Yugoeslavia), en el que hay personas, dentro de unos objetos volantes, que dejan tras de sí rastros de fuego, semejantes alos de  la  estrella.  Y podríamos seguir con una larga lista de cuadros, e incluso pinturas rupestres, en las que aparecen objetos volantes, con la forma que asumimos como naves extraterrestes. Y continuar con un tapiz del S.XIV, en el que un objeto sobrevuela por encima de unas mujeres, o la «Anunciación de S. Emidio (1486)» de Carlo Crivelli,   «La Madonna de S. Giovanni». De Sebastián Mainardi del S.XV, o ese ejército de naves presidida por una, sobre la que se encuentra Jesucristo y su madre, del «Milagro de la Nieve(1428) » de Masolino  Panicale, de la Iglesia de Sta. María la Maggiore de Roma. Pero la lista podría ser mucho mayor e incluir en ella el tapiz; «El triunfo del verano» de Brujas, la Natividad de Ghirlandagio y muchos más, aunque en algunos casos tal imagen, a veces casi oculta, y mostrando ese objeto que identificamos con un Ovni, en el aire, se podría tratar en realidad de la inclusión de un capelo cardenalicio esquematizado, que sería una muestra «críptica» (oculta) de la protección de un determinado personaje eclesiástico, sin determinar si se refiere a la financiación o apoyo a tal obra, al lugar para el que estaba destinado o incluso, al mismo artista que la realizó. Véase la semejanza de esta figura con el «capelo» que sostiene un ángel en el cuadro de Zurbarán del Monasterio de Guadalupe, la: «Apoteosis de S. Jerónimo» indicando la jerarquía eclesiástica del santo.

Es evidente, que cada día nos encontramos con misterios difíciles de comprender, pero fuera o no, la estrella de los Reyes Magos, una nave espacial, o una conjunción astronómica, llevó a estos  personajes que llamamos Reyes Magos hasta la casa en la que ya se encontraba la familia de Jesús.

 

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