Fran Medina Cruz


Se habla mucho de la memoria histórica, sobre todo desde la tribuna de aquellos portadores de una ideología que defiende la causa de empuñar un arma para defenderla, pero nadie habla de los que perdieron la vida sin querer ser parte de ese conflicto. Abuelos, padres y madres, hijos y hermanos que se vieron sometidos a abandonar su lugar de nacimiento, su propia historia, por negarse a tomar las armas como solución a los intereses de generales y políticos adornados por medallas que nunca merecieron. Aquellos que nunca entendieron la guerra y la violencia como filosofía de lucha, ilegal como todas las guerras del mundo, tan ilegal como el hecho de levantar un arma para defender una idea.

Desde la posibilidad que me ofrece este medio, quiero dar voz y memoria a los que muchos llamaran cobardes, otros victimas colaterales, he incluso analfabetos de la “realidad”. Pero que se negaron a empuñar un fusil, se negaron a ser participe de ninguna guerra, y respetaron la vida humana como eje principal de su ideología. A esos pertenece mi Memoria Histórica, a ellos y solo a ellos. Porque tanto vencedores como vencidos que empuñaron un fusil, hirieron y rompieron familias, sin más miramiento que el odio, el juicio personal, o la voluntad impuesta por su propia ideología.

Son los grandes desconocidos de todas las guerras, que aunque algunos pasaron a la historia, casi todos ellos siguen siendo una sombra dentro de una cifra mundial. Y para que sirva de recuerdo, y a su vez de preámbulo a todos los conflictos que sucedan, jamás la violencia servirá para defender un ideal. Mi memoria para todos aquellos que supieron entender este pensamiento y que murieron por ello.

“La guerra perdida es de los que nunca portaron un arma, y resuena todavía entre las tumbas de miles de carreteras y caminos. Niños, viudas y hermanos que jamás sirvieron al general silban cada día de otoño entre los arboles que adornan ya esta ciudad. Se levantaron nuevos edificios, se asfaltaron nuevos caminos y construyeron nuevas sedes políticas, pero quedaron las viejas iglesias, las viejas ideologías, y sobre todo quedó, la vieja costumbre de servir a los mismos de siempre.

La memoria no es vuestra, pertenece a los muertos.”

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