Cristina Martín Sánchez

Concejal del GM Ciudadanos Ayto de Mérida



Bueno, pues ya se ha acabado el verano. Puede que seas de las personas que han pasado el mes de agosto sin trabajar, conviviendo cada hora del día con la familia sin posible escapatoria. O quizás hayas cogido vacaciones ahora. O quizás, directamente, no hayas tendido vacaciones.

La vuelta a la rutina es como levantarse durante un lunes eterno en el día de la marmota. Nos cuesta madrugar, ves caras largas en lugar de las sonrisas de primera hora de las vacaciones, vuelves a la rutina de tu jefe y de tus compañeros. Con las miras puestas en el mes de septiembre, lo esperamos en medio de un mar de incertidumbres, que se esperan, cuanto menos, poco halagüeñas.

Los cambios que se producen en el mundo nos cambian también a nosotros. Con el paso de las estaciones no solamente cambia la naturaleza que nos rodea, también se transforma nuestra existencia, que se adapta a nuevos ritmos de luz y oscuridad, de calor y frío, cambios en la humedad y en los vientos que renuevan el aire, cambios de actividad en los ciclos del agua, flora, fauna y cielos.

En estos días ponemos fin a la época de vacaciones, de relajación. Supone dejar esos largos días, en los que la luz se impone a la oscuridad, para dar la bienvenida a la rutina.

Son días en los que me viene a la memoria el aroma que desprende el libro nuevo que leemos en la piscina. Son días que recuerdan a la ilusión de un niño por volver a ver a sus compañeros para compartir con ellos sus confidencias de verano . Los inocentes nervios del inicio del curso, que todos hemos sentido cuando se es un niño, provocados por el conocer quién será mi tutor o con quién me tocará en clase.

Es típico del fin del verano inundar los quioscos con miles de fascículos, que alguna vez hemos empezado, pero, que nunca hemos terminado. Colecciones que poco suelen variar de un año a otro, pero si no están, parece que nos falta algo.

Puede sonar paradójico, pero, a no ser que tengamos un trabajo que nos genere mucho estrés cada día, tener una rutina genera menos estrés a nuestro cerebro. Y es que, aunque sea de manera inconsciente, a nuestro cerebro le tranquiliza saber qué nos espera cada día y tener una sensación de control, y que nuestro cerebro esté en calma favorece nuestro bienestar emocional. Romper la rutina de vez en cuando está bien y ayuda a nuestro cerebro a adaptarse, a no acomodarse, pero no tener una rutina por un tiempo prolongado favorece el estrés y la ansiedad. Quien no se consuela es porque no quiere



About Mérida Digital

Toda la información relacionada con Mérida y su Comarca

View all posts by Mérida Digital

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.